domingo, 26 de mayo de 2013

REINO DE ASTURIAS: LOS PRIMEROS PASOS DEL REINO

Imaginemos la situación. Aparentemente era uno más de los conciliabula que se hacían desde época romana [reuniones periódicas de la comunidad]; pero la que tuvo lugar en 717 ó 718 tenía un carácter distinto. Se celebró en la Majada de la Corona, cerca de Caín, en los Picos de Europa. Reunidos los representantes de la nobleza y contando con el apoyo del medio rural, acuerdan nombrar a un líder, aun a sabiendas que un ejército, y aun más si el número de soldados disponibles era pequeño, no puede enfrentarse al temible ejército de la media luna. ¿Por qué no pensar que entre los reunidos se hallan varias damas, como Gaudeosa o Ermesinda? Cuando Pelayo sale elegido como caudillo, su esposa y su hija debieron de recibir la noticia con gesto hierático, como les correspondería. La tarea no iba a resultar nada fácil: deshacerse del poder de Munuza y conseguir ciertas libertades, como en su momento habían hecho sus ancestros ante romanos y visigodos. Para la elección del caudillo se tuvo en cuenta no sólo las aptitudes de Pelayo, sino también su anterior cargo a las órdenes de Rodrigo y, si bien nadie se atrevía a confesarlo abiertamente, su parentesco con las gentes astures, ya que Pelayo descendía de un recio abolengo autóctono; de este modo, agricultores, ganaderos, artesanos y cualesquiera otros seguirían con mayor convicción a uno de su tierra que a otro venido de la corte toledana. Todo esto bien pudiera haber sido realidad o, al menos, un trasunto de ella, ¿por qué no?

Imagen del rey Pelayo
                A lo largo de los tres años siguientes Pelayo y sus partidarios se adueñaron de aquella zona montañosa e incluso se expandieron un poco a lo largo del valle del río Saelia, aunque sus correrías no les suponía más que un incordio algo agobiante a los dueños musulmanes. No se sabe cómo, Munuza debió de hacer prisionero a Pelayo y enviarlo a Corduba. Seguramente pertenece al mundo de la fábula el rumor de que el valí de Gigia o Jegione lo había enviado a al-Andalus con la pretensión de hacerse con los favores de su hermana, o bien porque el cristiano se había opuesto a su unión. De ser cierto ese intento de matrimonio, debiéramos verlo como un propósito de atraerse a la nobleza sublevada, un acercamiento a los nobles descontentos con la política de Munuza. Sea como fuere y siguiendo la leyenda, Pelayo se escapa de los centinelas y regresa a las montañas cercanas a Onís, en donde le aguardan nobles y campesinos dispuestos a levantarse en armas contra la invasor, así como su mujer Gaudeosa y sus hijos Favila y Ermesinda. La realidad es que, finalmente, Pelayo se alzó contra Munuza con la ayuda de otros nobles astures y cántabros, cuyo motivo último habrá que buscarlo más bien en la política seguida por el valí: Munuza eleva los impuestos; además, se agrandan las diferencias sociales, económicas, políticas y religiosas dentro de la región. Los nobles pierden muchos de sus privilegios y la presión del nuevo gobierno les agobia a tal punto, que muchos deciden combatir con las armas al nuevo gobernante.
Estatua erigida en honor de Pelayo no muy lejos de Caín

                Los sublevados consiguen cierta autonomía en torno al Auseva, lugar desde el cual continúan enfrentándose al valí Munuza. Éste nada puede contra ellos, pues no cuenta con los refuerzos suficientes para pacificar toda la zona montañosa; el emir de Corduba, al-Hurr, ninguneando el norte peninsular, está empeñado en penetrar en Europa, aunque se encuentra con las tropas francas, frente a las cuales sufre un calamitoso desastre. En 721 muere el emir y le sucede Anbasah. El nuevo mandatario reorganiza el ejército derrotado en Toulouse, Francia, y avanza victorioso por el sur de la Galia. Ante esta nueva expectativa y confiado en su potencial, envía una expedición de castigo contra los rebeldes astures dirigida por al-Khama. Los musulmanes obtienen algunos éxitos mientras se acercan al refugio de Pelayo y sus hombres. A finales de mayo de 722 los soldados de al-Khama se hallan cruzando un paso angosto en las faldas del monte Auseva; los insurrectos les sorprenden y la expedición es destrozada. Una parte consigue huir hacia la Liébana a través de los Picos de Europa; pero otra parte decide internarse en la región y dirigirse hacia Gigia, sembrando miedo y desconcierto allí por donde pasan. Quizás entre los derrotados se hallara el prelado Opas [hermano del difunto Witiza y aliado de los nuevos señores], según cuenta la leyenda; sin embargo, nada seguro hay al respecto.

Estatua de Pelayo en Gijón
                Tras el descalabro sufrido, Munuza organiza la huida hacia la Meseta, pero es alcanzado en Olalies (Valdolayés), un valle que forma límite con Peña Rey entre Turón y Villanueva de Santo Adriano. Esta nueva escaramuza da alas a los levantiscos astures, que establecen una especie de capital o corte en Cangas de Onís. Además, consagran el lugar de su primera victoria a la Virgen, de ahí que se la llamara Cova Dominicae a la gruta desde donde habían acechado al enemigo. Cova Dominicae se convertirá desde entonces en un emblema para los futuros reyes. No obstante, la insurrección no termina ahí. Pelayo inicia una serie de hostigamientos con el fin de fortalecer su independencia; por eso, no duda en llamar a su lado a un joven noble cántabro, Alfonso, hijo del duque de Cantabria. Para sellar la unión de los dos linajes Pelayo y su cónyuge, Gaudeosa, entregan la mano de su hija, Ermesinda, a Alfonso. Así, Pelayo, su hijo Favila [o Fáfila, según otros] y su cuñado Alfonso acosan continuamente al poder musulmán, dificultando su desarrollo económico y atentando la estabilidad social al infestar los caminos de asaltos y robos, pues no permiten el comercio con la zona sur. Todas estas acciones son consideradas como simples escaramuzas desde el bando enemigo, de las que ya estaban acostumbrados a padecer; además, sus esfuerzos se centraban en la Galia, considerando que ya tendrían tiempo para sojuzgar a los inquietos rebeldes. Cabe la posibilidad de que ni siquiera los propios amotinados tuvieran la finalidad de formar un nuevo reino; de ser así, es casi seguro que al final de sus días Pelayo fuese considerado como un auténtico rey en lucha contra el poder cordobés.
La supuesta tumba de Pelayo y su mujer Gaudeosa


                Gaudeosa, la mujer de Pelayo, Ermesinda, la mujer de Alfonso, y Froiliuba, la mujer de Favila, sin duda no representan un estamento improductivo. Como ya hemos dicho, las mujeres tenían una gran importancia; de hecho, la línea sucesoria al trono se producirá por medio de la mujer, como así hará Alfonso, hijo de Pedro, duque de Cantabria. En 726 el emir cordobés Anbasah expira, once años después hará lo propio Pelayo en la capital de su insignificante reino, Cangas de Onís. Su cuerpo, se dice, fue enterrado en la iglesia de Santa Eulalia de Abamia, junto a su esposa, muerta con anterioridad, Gaudeosa. El trono asturiano es ocupado por el hijo del rey muerto, Favila, en el cual trono permanece dos años, al cabo de los cuales, se dice, salió de caza y un oso acabó con su vida. De su tan exiguo reinado no cabe otra mención más que la iglesia de la Santa Cruz, en Cangas de Onís, mandada construir sobre una antigua estructura, a su vez levantada sobre un primitivo dolmen. Esta obra supone, por otra parte, la primera manifestación artística de la Monarquía Asturiana, aunque de dicha construcción apenas si se conserva la lápida de fundación, en la que se puede leer con claridad “En este lugar fueron consagrados a Cristo los altares por el vate Asterio en el año trescientos de la sexta edad del mundo. En la era setecientos setenta y cinco”. Es en esta iglesia, precisamente, en donde parece ser que fue enterrado.
Cova Dominicae [Covadonga]


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