Imaginemos la situación.
Aparentemente era uno más de los conciliabula
que se hacían desde época romana [reuniones periódicas de la comunidad]; pero
la que tuvo lugar en 717 ó 718 tenía un carácter distinto. Se celebró en la
Majada de la Corona, cerca de Caín, en los Picos de Europa. Reunidos los
representantes de la nobleza y contando con el apoyo del medio rural, acuerdan
nombrar a un líder, aun a sabiendas que un ejército, y aun más si el número de
soldados disponibles era pequeño, no puede enfrentarse al temible ejército de
la media luna. ¿Por qué no pensar que entre los reunidos se hallan varias
damas, como Gaudeosa o Ermesinda? Cuando Pelayo sale elegido como caudillo, su
esposa y su hija debieron de recibir la noticia con gesto hierático, como les
correspondería. La tarea no iba a resultar nada fácil: deshacerse del poder de
Munuza y conseguir ciertas libertades, como en su momento habían hecho sus
ancestros ante romanos y visigodos. Para la elección del caudillo se tuvo en
cuenta no sólo las aptitudes de Pelayo, sino también su anterior cargo a las
órdenes de Rodrigo y, si bien nadie se atrevía a confesarlo abiertamente, su
parentesco con las gentes astures, ya que Pelayo descendía de un recio abolengo
autóctono; de este modo, agricultores, ganaderos, artesanos y cualesquiera
otros seguirían con mayor convicción a uno de su tierra que a otro venido de la
corte toledana. Todo esto bien pudiera haber sido realidad o, al menos, un
trasunto de ella, ¿por qué no?
Imagen del rey Pelayo |
A
lo largo de los tres años siguientes Pelayo y sus partidarios se adueñaron de
aquella zona montañosa e incluso se expandieron un poco a lo largo del valle
del río Saelia, aunque sus correrías no les suponía más que un incordio algo
agobiante a los dueños musulmanes. No se sabe cómo, Munuza debió de hacer
prisionero a Pelayo y enviarlo a Corduba. Seguramente pertenece al mundo de la
fábula el rumor de que el valí de Gigia o Jegione lo había enviado a al-Andalus
con la pretensión de hacerse con los favores de su hermana, o bien porque el
cristiano se había opuesto a su unión. De ser cierto ese intento de matrimonio,
debiéramos verlo como un propósito de atraerse a la nobleza sublevada, un
acercamiento a los nobles descontentos con la política de Munuza. Sea como
fuere y siguiendo la leyenda, Pelayo se escapa de los centinelas y regresa a
las montañas cercanas a Onís, en donde le aguardan nobles y campesinos
dispuestos a levantarse en armas contra la invasor, así como su mujer Gaudeosa
y sus hijos Favila y Ermesinda. La realidad es que, finalmente, Pelayo se alzó
contra Munuza con la ayuda de otros nobles astures y cántabros, cuyo motivo
último habrá que buscarlo más bien en la política seguida por el valí: Munuza
eleva los impuestos; además, se agrandan las diferencias sociales, económicas,
políticas y religiosas dentro de la región. Los nobles pierden muchos de sus
privilegios y la presión del nuevo gobierno les agobia a tal punto, que muchos
deciden combatir con las armas al nuevo gobernante.
Estatua erigida en honor de Pelayo no muy lejos de Caín |
Los
sublevados consiguen cierta autonomía en torno al Auseva, lugar desde el cual
continúan enfrentándose al valí Munuza. Éste nada puede contra ellos, pues no
cuenta con los refuerzos suficientes para pacificar toda la zona montañosa; el
emir de Corduba, al-Hurr, ninguneando el norte peninsular, está empeñado en
penetrar en Europa, aunque se encuentra con las tropas francas, frente a las
cuales sufre un calamitoso desastre. En 721 muere el emir y le sucede Anbasah.
El nuevo mandatario reorganiza el ejército derrotado en Toulouse, Francia, y
avanza victorioso por el sur de la Galia. Ante esta nueva expectativa y
confiado en su potencial, envía una expedición de castigo contra los rebeldes
astures dirigida por al-Khama. Los musulmanes obtienen algunos éxitos mientras
se acercan al refugio de Pelayo y sus hombres. A finales de mayo de 722 los
soldados de al-Khama se hallan cruzando un paso angosto en las faldas del monte
Auseva; los insurrectos les sorprenden y la expedición es destrozada. Una parte
consigue huir hacia la Liébana a través de los Picos de Europa; pero otra parte
decide internarse en la región y dirigirse hacia Gigia, sembrando miedo y
desconcierto allí por donde pasan. Quizás entre los derrotados se hallara el
prelado Opas [hermano del difunto Witiza y aliado de los nuevos señores], según
cuenta la leyenda; sin embargo, nada seguro hay al respecto.
Estatua de Pelayo en Gijón |
Tras
el descalabro sufrido, Munuza organiza la huida hacia la Meseta, pero es
alcanzado en Olalies (Valdolayés), un valle que forma límite con Peña Rey entre
Turón y Villanueva de Santo Adriano. Esta nueva escaramuza da alas a los
levantiscos astures, que establecen una especie de capital o corte en Cangas de
Onís. Además, consagran el lugar de su primera victoria a la Virgen, de ahí que
se la llamara Cova Dominicae a la gruta desde donde habían acechado al enemigo.
Cova Dominicae se convertirá desde entonces en un emblema para los futuros
reyes. No obstante, la insurrección no termina ahí. Pelayo inicia una serie de
hostigamientos con el fin de fortalecer su independencia; por eso, no duda en
llamar a su lado a un joven noble cántabro, Alfonso, hijo del duque de
Cantabria. Para sellar la unión de los dos linajes Pelayo y su cónyuge,
Gaudeosa, entregan la mano de su hija, Ermesinda, a Alfonso. Así, Pelayo, su
hijo Favila [o Fáfila, según otros] y su cuñado Alfonso acosan continuamente al
poder musulmán, dificultando su desarrollo económico y atentando la estabilidad
social al infestar los caminos de asaltos y robos, pues no permiten el comercio
con la zona sur. Todas estas acciones son consideradas como simples escaramuzas
desde el bando enemigo, de las que ya estaban acostumbrados a padecer; además,
sus esfuerzos se centraban en la Galia, considerando que ya tendrían tiempo
para sojuzgar a los inquietos rebeldes. Cabe la posibilidad de que ni siquiera
los propios amotinados tuvieran la finalidad de formar un nuevo reino; de ser
así, es casi seguro que al final de sus días Pelayo fuese considerado como un
auténtico rey en lucha contra el poder cordobés.
La supuesta tumba de Pelayo y su mujer Gaudeosa |
Gaudeosa,
la mujer de Pelayo, Ermesinda, la mujer de Alfonso, y Froiliuba, la mujer de
Favila, sin duda no representan un estamento improductivo. Como ya hemos dicho,
las mujeres tenían una gran importancia; de hecho, la línea sucesoria al trono
se producirá por medio de la mujer, como así hará Alfonso, hijo de Pedro, duque
de Cantabria. En 726 el emir cordobés Anbasah expira, once años después hará lo
propio Pelayo en la capital de su insignificante reino, Cangas de Onís. Su
cuerpo, se dice, fue enterrado en la iglesia de Santa Eulalia de Abamia, junto
a su esposa, muerta con anterioridad, Gaudeosa. El trono asturiano es ocupado
por el hijo del rey muerto, Favila, en el cual trono permanece dos años, al
cabo de los cuales, se dice, salió de caza y un oso acabó con su vida. De su
tan exiguo reinado no cabe otra mención más que la iglesia de la Santa Cruz, en
Cangas de Onís, mandada construir sobre una antigua estructura, a su vez
levantada sobre un primitivo dolmen. Esta obra supone, por otra parte, la
primera manifestación artística de la Monarquía Asturiana, aunque de dicha
construcción apenas si se conserva la lápida de fundación, en la que se puede
leer con claridad “En este lugar fueron
consagrados a Cristo los altares por el vate Asterio en el año trescientos de
la sexta edad del mundo. En la era setecientos setenta y cinco”. Es en esta
iglesia, precisamente, en donde parece ser que fue enterrado.
Cova Dominicae [Covadonga] |
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