Cuando en 739 Froiliuba enviuda,
su sobrino es nombrado sucesor de Favila gracias al matrimonio con Ermesinda,
hija de Pelayo y hermana del rey muerto. Tenía cuarenta y seis años cuando se
hace con las riendeas del nuevo reino y posiblemente ya hubieran nacido sus
hijos Fruela y Adosinda [nietos, por tanto, de Pelayo y Pedro, duque de
Cantabria]. Quizás habría que darle a Alfonso I, llamado El Católico, el
“honor” de haber sido él quien haya comenzado la guerra abierta entre
musulmanes y cristianos; y digo musulmanes y cristianos, porque la Reconquista
en realidad fue una lucha escudada en la religión, pues los reinos cristianos
del norte irán empujando a los reinos musulmanes del sur hacia el mediodía,
hasta que se produce el triste episodio de la rendición de la ciudad granadina.
Por otro lado, la Reconquista no es más que una larga guerra civil [la más
larga en la historia de la Humanidad: casi ocho siglos guerreando], porque a lo
largo de tan extenso período eran españoles entre sí quienes acudían al campo
de batalla [no olvidemos tampoco que Corduba fue un emirato independiente de
Damasco]. Los musulmanes eran hombres y mujeres nacidos en la Península y que
después de tantas generaciones se sentían tan hispanos como se sentían los
cristianos. En realidad, los únicos que atizaban el fuego eran los estamentos
políticos y religiosos, los fanáticos y los ambiciosos, todos ellos dispuestos
a obtener las mejores ganancias con el oficio bélico [no podemos arrojar al olvido
o a la indiferencia el hecho de que el héroe cristiano por excelencia, Rodrigo
Díaz de Vivar, El Cid, era un mercenario que tan pronto luchaba al lado de un
rey cristiano como lo hacía al lado de uno musulmán]. Por supuesto, no podemos
culpar de todo este sinsentido al Rey Católico, pues él únicamente luchaba por
lo mismo que todos en aquella época: por ampliar los límites de sus
propiedades, en este caso el reino astur, con la intención de recuperar un
pasado que poco a poco se extinguía, aunque no fue hasta la llegada de Alfonso
III el Magno en que se implantó la idea de Reconquista.
El rey Favila |
El
caso es que al año siguiente de llegar al trono Alfonso I, los bereberes del
Mogreb, encabezados por Maysara, se levantan contra el emir cordobés ibn-Qatan.
Se inician así una serie de luchas intestinas que conducirán al emirato hasta
casi su destrucción. Enzarzados en estas lides, los ejércitos musulmanes
descuidaron la frontera norte con el reino incipiente de Alfonso I, que, por
otro lado, nunca habían considerado como tal, sino como unos levantiscos
insubordinados que se habían pertrechado en una zona montañosa lejos de sus
intereses. La primera consecuencia fue la de que las tropas del emir
abandonaron estos puntos fronterizos, los mismos que los visigodos habían levantado
para sujetar a los rebeldes cántabros. Así pues, Alfonso se pone al frente de
un ejército, en el que también milita su hermano Fruela. Entre los dos
aprovechan la ausencia militar musulmana e inician una campaña con diversas
incursiones en territorio enemigo. Entre tanto, los motines bereberes se
extienden por la península y el conflicto se convierte en una guerra civil.
Gracias a esta circunstancia, Alfonso llega hasta ciudades muy alejadas de
Primorias [zona ocupada por Pelayo, Favila y los primeros años de Alfonso I: la
que rodea a Cangas de Onís y se alarga por el valle del río Saelia, la comarca
vadiniense]. La larga lista de estas
ciudades sería la siguiente: Lucus Augusti (Lugo), Tuy, Portucale (O Porto),
Bracara Augusti (Braga), Aquae Flavia
(Chaves), Viseo, Asturica (Astorga), Legio (León), Simancas, Ledesma, Águeda,
Helmantica (Salamanca), Ávila, Segovia, Saldaña, Nabe, Amaya, Oca, Sepúlveda,
Clunia, Arganza, Uxama (Osma), Arce (Miranda del Ebro), Revenga, Carbonera,
Cenicero y Alesanco. Como es lógico pensar, de todos estos lugares en ninguno
dejó siquiera una guarnición, dado que se trataba únicamente de ataques
esporádicos para debilitar las fuerzas del enemigo. Además, aprovechando la
hambruna que hacia 750 sembró el centro y el norte peninsular de muerte y
desesperación, con sus acosos agresivos arrasó por medio de incendios y otros
diversos métodos una franja que hoy día es conocida como Tierra de Campos, la
parte septentrional a lo largo del valle del río Duero. De este modo, colocaba
entre las huestes musulmanas y su reino un obstáculo duro de rebasar, el
desierto del valle del Duero.
El rey Alfonso I el Católico |
Consecuencia
inmediata de estas campañas victoriosas fue la afluencia de mozárabes
[cristianos que vivían en territorio dominado por el emirato cordobés], entre
ellos nobles y clérigos, pero también campesinos arruinados por la guerra
civil, el hambre y la sequía. Esto conlleva el repoblamiento de amplias zonas,
con lo que se fortalecen las regiones próximas de Primorias: las costas
gallegas, Cantabria, Vasconia, La Liébana, Sopuerta y Carranza (Vizcaya
occidental), además del alto Ebro. Dentro de este ingente movimiento de
migración se encuadra la construcción y restauración de numerosas basílicas,
aunque no quede rastro de ellas, lo que dio la posibilidad de una
cristianización más profunda y fuerte que irá aglutinando en su entorno a la
nobleza y a la realeza; además, poco a poco irá acumulando una gran extensión
de tierras, conseguidas con la presura o mediante donaciones, lo cual irá en
menoscabo del minifundismo y del campesinado libre, que se ve impelido a arrendar
la tierra de los señores. Incluida en esa labor ligada al estamento clerical se
debe encuadra la construcción de una capilla y un monasterio, del que no queda
nada, en las inmediaciones de la Cova Dominicae (Covadonga).
Estatua erigida en honor de Alfonso I |
En
754 el reino astur ya está consolidado. El Rey Católico se erige en punta de
lanza del poder cristiano, pero su autoridad se tambalea dentro de los propios
muros asturianos. Si bien hay quienes opinan que se casó en segundas nupcias,
es casi seguro que haya vivido en concubinato con una esclava musulmana, cuyo
nombre nos ha transmitido la tradición: Siselda, a la que hacen encerrada en un
castillo del actual municipio de Caso. Sea como fuere, el rey, casado por
segunda vez tras el fallecimiento de su esposa Ermesinda o en concubinato con
una musulmana, tuvo un hijo bastardo, Mauregato, a quien sus súbditos
mortificarán para aliviar sus propias frustraciones. Entre tanto, una facción
política aviva el tema de este su tercer hijo y, así, la oposición se va
preparando para atacar al poder real.
De
momento llega el año 756 y la guerra civil musulmana llega a su fin. El trono
cordobés es ocupado por Abd al-Rahman I. En poco tiempo reunifica todo el
emirato y fortalece su reino, lo que obliga a Alfonso I a pedir una paz, que
sellará mediante un tributo periódico al emir. Tal fortalecimiento se hace
posible gracias a una política un tanto independentista, pues, si bien guarda
las formas, Corduba se convierte en un emirato con un débil vínculo con el
califa; es el período conocido como “ficción califal”, que desembocará en la
total independencia frente a Damasco, de forma paradójica justo cuando el reino
astur llegue a su fin. Por todo esto, ya podemos hablar de dos reinos enfrentados
claramente entre sí: el de Cangas de Onís y el de Córdoba. La nueva situación
de tributarios molesta a la nobleza, sobre todo a la gallega y a la vascona,
por cuyo motivo intentan debilitar la posición Alfonsina, ya maltratada por su
relación con Siselda; pero esta nobleza no tendrá tiempo de pedir explicaciones
a su rey, pues muere en 757 sucediéndole su hijo Fruela.
Puente medieval sobre el río Sella en Cangas de Onías |
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