domingo, 2 de junio de 2013

REINO DE ASTURIAS: El rey que llegó de Cantabria

                Cuando en 739 Froiliuba enviuda, su sobrino es nombrado sucesor de Favila gracias al matrimonio con Ermesinda, hija de Pelayo y hermana del rey muerto. Tenía cuarenta y seis años cuando se hace con las riendeas del nuevo reino y posiblemente ya hubieran nacido sus hijos Fruela y Adosinda [nietos, por tanto, de Pelayo y Pedro, duque de Cantabria]. Quizás habría que darle a Alfonso I, llamado El Católico, el “honor” de haber sido él quien haya comenzado la guerra abierta entre musulmanes y cristianos; y digo musulmanes y cristianos, porque la Reconquista en realidad fue una lucha escudada en la religión, pues los reinos cristianos del norte irán empujando a los reinos musulmanes del sur hacia el mediodía, hasta que se produce el triste episodio de la rendición de la ciudad granadina. Por otro lado, la Reconquista no es más que una larga guerra civil [la más larga en la historia de la Humanidad: casi ocho siglos guerreando], porque a lo largo de tan extenso período eran españoles entre sí quienes acudían al campo de batalla [no olvidemos tampoco que Corduba fue un emirato independiente de Damasco]. Los musulmanes eran hombres y mujeres nacidos en la Península y que después de tantas generaciones se sentían tan hispanos como se sentían los cristianos. En realidad, los únicos que atizaban el fuego eran los estamentos políticos y religiosos, los fanáticos y los ambiciosos, todos ellos dispuestos a obtener las mejores ganancias con el oficio bélico [no podemos arrojar al olvido o a la indiferencia el hecho de que el héroe cristiano por excelencia, Rodrigo Díaz de Vivar, El Cid, era un mercenario que tan pronto luchaba al lado de un rey cristiano como lo hacía al lado de uno musulmán]. Por supuesto, no podemos culpar de todo este sinsentido al Rey Católico, pues él únicamente luchaba por lo mismo que todos en aquella época: por ampliar los límites de sus propiedades, en este caso el reino astur, con la intención de recuperar un pasado que poco a poco se extinguía, aunque no fue hasta la llegada de Alfonso III el Magno en que se implantó la idea de Reconquista.
El rey Favila

                El caso es que al año siguiente de llegar al trono Alfonso I, los bereberes del Mogreb, encabezados por Maysara, se levantan contra el emir cordobés ibn-Qatan. Se inician así una serie de luchas intestinas que conducirán al emirato hasta casi su destrucción. Enzarzados en estas lides, los ejércitos musulmanes descuidaron la frontera norte con el reino incipiente de Alfonso I, que, por otro lado, nunca habían considerado como tal, sino como unos levantiscos insubordinados que se habían pertrechado en una zona montañosa lejos de sus intereses. La primera consecuencia fue la de que las tropas del emir abandonaron estos puntos fronterizos, los mismos que los visigodos habían levantado para sujetar a los rebeldes cántabros. Así pues, Alfonso se pone al frente de un ejército, en el que también milita su hermano Fruela. Entre los dos aprovechan la ausencia militar musulmana e inician una campaña con diversas incursiones en territorio enemigo. Entre tanto, los motines bereberes se extienden por la península y el conflicto se convierte en una guerra civil. Gracias a esta circunstancia, Alfonso llega hasta ciudades muy alejadas de Primorias [zona ocupada por Pelayo, Favila y los primeros años de Alfonso I: la que rodea a Cangas de Onís y se alarga por el valle del río Saelia, la comarca vadiniense].  La larga lista de estas ciudades sería la siguiente: Lucus Augusti (Lugo), Tuy, Portucale (O Porto), Bracara Augusti  (Braga), Aquae Flavia (Chaves), Viseo, Asturica (Astorga), Legio (León), Simancas, Ledesma, Águeda, Helmantica (Salamanca), Ávila, Segovia, Saldaña, Nabe, Amaya, Oca, Sepúlveda, Clunia, Arganza, Uxama (Osma), Arce (Miranda del Ebro), Revenga, Carbonera, Cenicero y Alesanco. Como es lógico pensar, de todos estos lugares en ninguno dejó siquiera una guarnición, dado que se trataba únicamente de ataques esporádicos para debilitar las fuerzas del enemigo. Además, aprovechando la hambruna que hacia 750 sembró el centro y el norte peninsular de muerte y desesperación, con sus acosos agresivos arrasó por medio de incendios y otros diversos métodos una franja que hoy día es conocida como Tierra de Campos, la parte septentrional a lo largo del valle del río Duero. De este modo, colocaba entre las huestes musulmanas y su reino un obstáculo duro de rebasar, el desierto del valle del Duero.

El rey Alfonso I el Católico
                Consecuencia inmediata de estas campañas victoriosas fue la afluencia de mozárabes [cristianos que vivían en territorio dominado por el emirato cordobés], entre ellos nobles y clérigos, pero también campesinos arruinados por la guerra civil, el hambre y la sequía. Esto conlleva el repoblamiento de amplias zonas, con lo que se fortalecen las regiones próximas de Primorias: las costas gallegas, Cantabria, Vasconia, La Liébana, Sopuerta y Carranza (Vizcaya occidental), además del alto Ebro. Dentro de este ingente movimiento de migración se encuadra la construcción y restauración de numerosas basílicas, aunque no quede rastro de ellas, lo que dio la posibilidad de una cristianización más profunda y fuerte que irá aglutinando en su entorno a la nobleza y a la realeza; además, poco a poco irá acumulando una gran extensión de tierras, conseguidas con la presura o mediante donaciones, lo cual irá en menoscabo del minifundismo y del campesinado libre, que se ve impelido a arrendar la tierra de los señores. Incluida en esa labor ligada al estamento clerical se debe encuadra la construcción de una capilla y un monasterio, del que no queda nada, en las inmediaciones de la Cova Dominicae (Covadonga).

Estatua erigida en honor de Alfonso I
                En 754 el reino astur ya está consolidado. El Rey Católico se erige en punta de lanza del poder cristiano, pero su autoridad se tambalea dentro de los propios muros asturianos. Si bien hay quienes opinan que se casó en segundas nupcias, es casi seguro que haya vivido en concubinato con una esclava musulmana, cuyo nombre nos ha transmitido la tradición: Siselda, a la que hacen encerrada en un castillo del actual municipio de Caso. Sea como fuere, el rey, casado por segunda vez tras el fallecimiento de su esposa Ermesinda o en concubinato con una musulmana, tuvo un hijo bastardo, Mauregato, a quien sus súbditos mortificarán para aliviar sus propias frustraciones. Entre tanto, una facción política aviva el tema de este su tercer hijo y, así, la oposición se va preparando para atacar al poder real.


                De momento llega el año 756 y la guerra civil musulmana llega a su fin. El trono cordobés es ocupado por Abd al-Rahman I. En poco tiempo reunifica todo el emirato y fortalece su reino, lo que obliga a Alfonso I a pedir una paz, que sellará mediante un tributo periódico al emir. Tal fortalecimiento se hace posible gracias a una política un tanto independentista, pues, si bien guarda las formas, Corduba se convierte en un emirato con un débil vínculo con el califa; es el período conocido como “ficción califal”, que desembocará en la total independencia frente a Damasco, de forma paradójica justo cuando el reino astur llegue a su fin. Por todo esto, ya podemos hablar de dos reinos enfrentados claramente entre sí: el de Cangas de Onís y el de Córdoba. La nueva situación de tributarios molesta a la nobleza, sobre todo a la gallega y a la vascona, por cuyo motivo intentan debilitar la posición Alfonsina, ya maltratada por su relación con Siselda; pero esta nobleza no tendrá tiempo de pedir explicaciones a su rey, pues muere en 757 sucediéndole su hijo Fruela.
Puente medieval sobre el río Sella en Cangas de Onías

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