sábado, 6 de julio de 2013

REINO DE ASTURIAS: Un breve paréntesis antes del final

              El año 842 verá la última lucha por el trono asturiano entre las dos facciones surgidas en tiempos de Alfonso I: por un lado, la rama descendiente de Pelayo y representada por Nepociano; por otro lado, la rama cántabra descendiente del duque Pedro y representada por Ramiro. Quien de los dos gane la contienda sentará las bases de la futura monarquía, ya sea la matrilínea para la asturiana o ya sea la patrilínea para la cántabra. Los dos bandos, a su vez, poseen su propio territorio favorable: los asturianos apoyan a Nepociano, mientras que los gallegos y vascones se inclinan por Ramiro. Así pues, éste, Ramiro, se dirige hacia Lucus Augusti (Lugo) y desde allí alista un ejército con el que enfrentarse a Nepociano. Tal acontecimiento tuvo lugar en el puente del río Narcea. Nepociano sufre un descalabro y huye hacia el interior con algunos de sus partidarios, entre ellos el conde Aldroito, su más fiel aliado. En Primorias, sin embargo, son atrapados por los condes  Escipión y Sonna, quienes los entregan a Ramiro; el castigo fue ejemplar y sin conmiseración, pues que los dos fueron cegados y encadenados de por vida. No obstante, aún quedaba otro grupo, el encabezado por el conde Piniolo, al frente de un grupo de vascones contrarios a Ramiro. No duraron mucho, sin embargo, y fueron derrotados de forma rápida y contundente. Ramiro, que no quería más levantamientos en el reino, ordena que Piniolo y sus siete hijos sean ajusticiados, como así se hizo.
Ramiro I de Asturias
                Sin más pérdida de tiempo el nuevo rey se empeña en apaciguar Asturias desde los cimientos. Durante los años en que fueron llegando emigrantes mozárabes y muladíes, la población se vio forzada a amoldarse al sistema visigodo de explotación, de ahí que proliferen los latifundios en manos de la nobleza y el clero. Los campesinos se vieron obligados a arrendar las tierras y a pasar de un estado libre a otro servil, arruinándose muchos de ellos y encontrándose sin trabajo algunos más. La única solución que encuentran es el bandolerismo, favorecido por la orografía peculiar de la región. Por otra parte, la religión cristiana no acaba de imponerse a los ritos paganos ancestrales y todo el reino abunda en prácticas mágicas y cultos con pervivencia indígena, celta y romana. Proliferan las brujas y  los alquimistas, venidos o no del extranjero, a los que se les considera instigadores de sectas. En vista de todo esto, Ramiro realiza un gran esfuerzo por erradicar los dos “males” del reino: el bandolerismo y la magia. Para ello no duda en llenar los calabozos con este tipo de gentes, incluso llegar a reprimir mediante hogueras algunas zonas descontentas con el abuso del poder, en donde arden las brujas.
El rey Ramiro I
                El rey, instalado cómodamente en el conjunto áulico que levantara su predecesor, Alfonso II el Casto, prefiere alejarse del casco urbano y ordena que se erija un palacio real sobre el promontorio del monte Naranco (842). Al año siguiente de iniciarse las obras de este palacio, comienza la tarea de renovación de una morada ya vetusta, sita en la antigua “villa romana” de Linio (Lillo), con la intención de dedicar dicho templo a Santa María. En relación a la guerra con el emirato cordobés, hay algunos estudiosos que mencionan una expedición musulmana en ese mismo año, aunque otros no mencionan ninguna hasta varios años después. El emir se hallaba ocupado en sofocar nuevas revueltas en su reino, pues la poderosa familia de Banu Qasi, dueña y señora de la zona del Ebro, menudeaba en sus conjuraciones contra las directrices de Corduba; según la conveniencia, a los Banu Qasi se les unía la familia de los Arista de Pompaelo, y entre los dos linajes causaban graves contratiempos a Abd al-Rahman II, por cuyo motivo el emir tenía descuidado el asunto astur.
Barco vikingo
                Un dato curioso: el reino asturiano no se vio librado de ataques del exterior, pero no llegaron, como era de prever, por tierra, sino por mar y por parte de un enemigo entonces no muy habitual en las costas hispanas, los normandos, también conocidos como vikingos. Fue en 844 cuando llegan a Jegione o Gigia, en cuyo desembarco hubieron de perder sesenta y dos naves. Con el poco botín que pudieron sacar de la rapiña, se hicieron a la mar con dirección occidente, llegando a las costas gallegas; desembarcaron en Farum Brecantium (la ría de Betanzos) con el mismo resultado que en Gigia. Descorazonados por su poca suerte, continúan el viaje rodeando las costas hasta alcanzar en agosto el puerto lisboeta, y desde allí se acercan al territorio musulmán, mucho más rico. Así que el emir se ve impelido a hacer frente a la escuadra normanda mientras al mismo tiempo guerrea con los Banu Qasi en la otra punta del reino. Los vikingos se dividen en dos: ochenta barcos remontan el río Betis o al-Wadil-Kabir (Guadalquivir), que en árabe significa “río grande”, hasta llegar a Hispalis (Sevilla), en tanto el resto pone dirección a Gadir o Gades (Cádiz).
                Por aquel tiempo es cuando algunas versiones sitúan la legendaria batalla de Clavijo; otras, en cambio, la retrasan a la época del rey Ordoño . Según dicha leyenda, Ramiro consigue vencer al ejército del emirato gracias a la intervención del apóstol Santiago, que habría aparecido entre las mesnadas cristianas montado en un caballo blanco y arremetiendo con su espada contra el infiel. Continúa la leyenda afirmando que fue gracias a aquella victoria que el rey asturiano anuló el “tributo de las cien doncellas” que, según esta versión, habría pactado Mauregato. Como agradecimiento a la intervención milagrosa del apóstol, Ramiro establece el Voto de Santiago, el cual consistía en un tributo anual y perpetuo de las primicias de la cosecha y de la vendimia.
San Miguel de Lillo
Ciñéndonos al dato histórico, Ramiro intensifica el repoblamiento de Legio con un asentamiento de cierta envergadura en 845, al amparo de las antiguas murallas romanas; mas no pudo acabar de afirmar tal colonización, porque al año siguiente Abd al-Rahman II envía un cuerpo expedicionario a la ciudad, cuyos habitantes huyen hacia el norte; quedaba Legio a merced de los soldados, que incendian las murallas, aunque sin llegar a destruirlas. Dos años más tarde (848) el emir enviará otra expedición más, pero esta vez contra Álava. Si por algo hay que destacar, empero, ese año no es por ninguna acción militar, sino desde la esfera artística. Es casi seguro que fue el año en que se consagrara el renovado edificio de la villa de Linio (Lillo). A punto de hacerlo, Ramiro muda la intención primera de consagrarlo a Santa María y en el cambio de opinión se queda con San Miguel [del original de este edificio apenas ha llegado hasta nosotros una tercera parte, dado que casi todo él se ha ido reformando en tiempos posteriores]. El 23 de junio de ese 848, según reza una inscripción del ara, se consagra también el palacio del bosque sagrado en el Naranco, cuya advocación, finalmente, fue para la Santa María que previamente sería la de Linio; allí en Santa María del Naranco, se supone que vivió Ramiro I el resto de sus días, que no habrían de ser ya muchos, junto a su esposa Paterna y su hijo Ordoño.
El Palacio Real de Santa María del Naranco
No creemos que en el año de su muerte, 850, a Ramiro le hayan podido llegar noticias de un árabe de nombre Yahya ibn al-Hakam, apodado Algacel, autor de la primera crónica de las peregrinaciones a Sant Yago del Campus Stelae (Santiago de Compostela), lo que viene a mostrar dos aspectos del reino astur: por un lado, el éxito que tuvo el Campus Stelae desde el principio; por otro lado, la analfabetización general del campesinado, de la aristocracia y de la realeza en los reinos cristianos, cuyos únicos baluartes se encontraban en los monasterios, si bien en éstos apenas se llevaba a cabo otra labor que la copista. En fin, en 850 moría Ramiro y subía al trono su hijo Ordoño, el primer rey de su nombre, y casado con Munia (homónima de la esposa de Fruela I). Acaba de llegar al solio cuando ya tiene que mediar entre los vascones, pues entre ellos hay quienes se le enfrentan. Para verse desembarazado de otros problemas de menor peligro encarga a Rodrigo, conde de Castilla, la defensa y el repoblamiento de sus posesiones, según consta en un documento de 850, en donde aparece la primera mención a "Castilla".

No hay comentarios:

Publicar un comentario