Siguiendo
las directrices en política exterior que sus predecesores en el trono habían
llevado a cabo, Ordoño apoya cualquier sublevación contra Abd al-Rahman II en
tierras del emirato. Así es como envía algunos destacamentos para socorrer a
los muladíes de Emerita. Cuando en 852 muere el emir, el descontento general
provoca un gran número de rebeliones: Tudela, Toletum, Emerita, Bobastro y la
propia Corduba. Muhammad I, el nuevo gobernante, tiene que hacer frente a todas
ellas, lo que intenta aprovechar Ordoño en su favor enviando un ejército bajo
las órdenes del conde Gatón del Bierzo en ayuda de Toletum. Al encuentro de
éste le sale al paso otro ejército musulmán cerca de Almonacid. En la batalla,
que pasó a la historia como la de Guadacelete, las huestes de Ordoño sufren una
sonada derrota.
Ordoño I |
Escarmentado, el soberano astur se
inclina hacia la política interior. En 856 intensifica el repoblamiento de
Amaya, Tuy, Legio [a cuyo encargo quedó su propio hijo Alfonso, que más tarde
se dirigiría a Orense con el mismo propósito] y Asturica, creando tanto en
Legio como en Asturica sendos obispados. Precisamente fue en este año, según una
leyenda local, cuando tiene su origen el pueblo lavianés de El Condado, cuya
seña de identidad se remonta a la época de la dominación romana, pues se cree
que los cimientos de un torreón defensivo reconstruido en varias ocasiones tiene entonces su origen; de esta época datan una casa-palacio y la leprosería
de San Lázaro de Colmillera.
En
858 ó 859 los normandos regresan a las costas hispanas y desembarcan en
Guipúzcoa. Ante la poca resistencia que encuentran avaanzan hacia el interior
hasta llega a Pompaelo, en donde apresan al conde García Íñiguez, liberado
posteriormente después de pagar una fuerte suma por su rescate. Volviendo sobre
sus pasos, se embarcan de nuevo hacia occidente y llegan a Gallaecia, en donde
sus habitantes ya estaban sobre aviso y bien pertrechados, gracias a lo cual el
conde Pedro no sólo les impide tomar tierra, sino que los expulsa de forma
definitiva.
Santa Cristina de Lena |
Entre
tantas acciones bélicas, Ordoño todavía tiene tiempo para mandar construir una
ermita dedicada a Santa Cristina en el valle del río Lena, en un promontorio
cercano al camino que conduce hacia el sur. Por su estilo ramiriense hay quien opina que
fue durante el reinado de Ramiro cuando se erigió, aunque la opinión más
generalizada lo sitúa bajo los auspicios de Ordoño. Lo que sí parece claro es
que el arquitecto es el mismo, incluso no sería descabellado pensar en que fue
Ramiro quien haya ordenado su construcción, siendo consagrado durante el
reinado de Ordoño. En fin, aparte de este magnífico ejemplo de arte
prerrománico asturiano, el reinado de Ordoño destaca por una batalla de gran
trascendencia, pues marca lo que va a suponer el afianzamiento definitivo del
pequeño reino cristiano. En 859 la familia de los Banu Qasi intenta sustraerse
de toda la influencia cordobesa y asturiana, en cuyas posesiones se hallan
ambos reinos muy interesados, pues suponían un importante punto estratégico
para el dominio oriental de la península. Así pues, Banu Qasi Musa ibn-Musa,
valí de Caesaraugusta, decide fortificar el castillo de Albelda de Iregua, en
Logroño, cercano al desfiladero de Viguera. Sin perder tiempo Ordoño manda al
conde García Íñiguez a que tome el castillo antes de que terminen las obras y
sea imposible su asalto. El conde se apresura hacia Albelda y en el Monte
Laturce se topa con las tropas de los Banu Qasi bajo el mando del muladí Musa
II ibn-Fortun, señor de Tudela. El ejército de Ordoño consigue una victoria
decisiva, identificada por algunos autores con la de Clavijo. Desde tan
privilegiado puesto, el poder del rey asturiano se extiende hacia las plazas
fuertes de Coria y Talamanca.
Representación de La batalla de Clavijo, por Conrado Giaquinto |
Ordoño tampoco descuida uno de los
puntos fuertes de su política: el repoblamiento de las zonas bajo su dominio.
Así que encarece al conde Rodrigo de Castilla que amplíe las presuras hasta
Amaya. Corre el año 860 y también hay que contentar al clero, por lo que dona
al obispo de la reciente sede leonesa, Frominio, nada menos que la iglesia de
Santa Eulalia de Ujo, la basílica de Santa María y la decanía en la que estaba
el monasterio de San Martín, en la “villa Sauceta”. Al año siguiente concede
prebendas al conde Fruela de Lucus Augusti, algo que también hará con el conde
Gómez del alto Ebro cuatro años más tarde.
El rey Ordoño I |
Unas
nuevas rebeliones de los Banu Qasi de Toletum y los Banu Marwan de Emerita, a
quienes presta su poyo contra el poderío de Corduba, le permiten avanzar hasta
Helmantica sin tropiezo alguno. Pero en 862 el emir envía una expedición contra
Álava que consigue frenar el progresa cristiano. Al año siguiente otra aceifa
desemboca en una estrepitosa derrota asturiana, aunque no lo fue tanto como la
que en 865 hubo de soportar Ordoño; un gran ejército cordobés saquea las
riberas del Ebro y el Bureba, recientemente repobladas, y a continuación divisa las tropas cristianas comandadas por el conde Rodrigo cerca de Miranda
del Ebro. Ambos bandos se encuentran en el desfiladero de Morcuera y el
descalabro fue tal, que casi contrarresta el éxito que Ordoño había obtenido
seis años antes en Albelda. En 866, finalmente, las Parcas cortan el hilo de la
vida de Ordoño I y sube al poder el Magno, Alfonso III, hijo de Ordoño y último
rey de la Monarquía Asturiana. Hemos visto cómo el reino astur había nacido con
Pelayo, cómo se cimentó con Alfonso I y cómo Alfonso II lo había consolidado;
ahora le toca a Alfonso III convertir el pequeño reino cristiano en el gran
oponente al emirato de Corduba. Tras él, el reino astur-leonés sonará en las
cortes de todo el continente.
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