La situación cautiva del rey
Alfonso II, forzado a permanecer en el monasterio de Ablaña a causa de la
conjura de la nobleza, crea ciertos problemas en la corte, lo cual, unido a la
presión de Teuda y Adosinda para recuperar el trono, aboca todo a un triunfo
sobre la facción opositora. Alfonso regresa del cautiverio y no hace más que
retomar la posesión como jefe supremo, cuando ya tiene que repeler una nueva
ofensiva musulmana en 805 y, casi sin respiro, una segunda al año siguiente.
Entre medias se vuelca en asegurarse el trono. Una de las medidas más
importantes es la de tomar al hijo mayor de Vermudo I, Ramiro, bajo su tutela
con vistas a la futura sucesión; lo cual fue visto como un acto prepotente por
sus detractores, encabezados por el noble Nepociano. A continuación, Alfonso
busca un pretexto para realzar la figura real frente a la aristocracia,
encontrándolo en la tradición visigoda, pues deja entrever que su linaje está
entroncado con los reyes toledanos, lo que supondría una continuación de la
monarquía visigoda a la que pocos osarían oponerse. Como una especie de
confirmación, Alfonso se enfrasca en reconstruir la capital, Oveto, y
convertirla en una especie de villa áulica, que suponga un reflejo de la Corte
de Toledo.
Restos de la muralla construida por Alfonso II en Oviedo |
De
este modo, el año 808 supone el de la consagración definitiva como rey
absoluto. Reafirma la monarquía frente a la nobleza, cada vez más poderosa,
apoyándose en el estamento clerical. Para sellar este pacto y ganar los favores
monacales dona a la basílica de San Salvador la Cruz de los Ángeles, arquetipo
de signo gamado, que evoca la Ciudad del Trono. Poco a poco lleva a cabo el
proyecto de la nueva ciudad: manda levantar en el extrarradio la iglesia de San
Julián de los Prados y un área residencial alternativa al palacio-sede oficial.
Algo más lejos de Oveto encuentra un medio rústico entre desiertos de bosques
apropiado para elegir una basílica dedicada a Santa María (Bendones) y, todavía
más lejos, otra a San Pedro en Nora (Las Regueras). Aparte de esto, crea una
sede episcopal en Oveto, traslada la sede bracarense a Lucus Augusti, restaura
la sede de Iria Flavia e instaura el obispado de Valpuesta para la naciente
Castilla. Por supuesto, todas estas reformas, incluida la de la propia Oveto,
no las llevó a cabo en un año, sino a lo largo de treinta. De cuando en cuando
tuvo que afrontar las insistentes aceifas que venían del sur, como la de 809,
cuya respuesta fue la de lanzar una expedición ese mismo año contra las tierras
sometidas al gobierno cordobés. Un año después al-Hakam persiste con otra
aceifa con idéntico resultado a las anteriores: esfuerzo baldío el del emir.
La Cruz de los Ángeles |
Por
entonces Alfonso necesitaba un “milagro”, pues entre tanto guerrear y tanto
gasto como requerían sus empresas, la economía se resintió enormemente y el
malestar social comenzaba a aflorar de un modo más pertinaz. La chispa que
encendió la alarma fue la sustitución de la moneda de oro visigoda por la de
plata carolingia para provocar una devaluación, la cual paliara un tanto el
estado caótico de las arcas; pero el efecto conseguido fue el opuesto y la
subida de los precios se dispara. El “milagro” que pedía llegó por donde menos
pensaba, aunque al menos consiguió con ello desviar las miradas críticas. La
leyenda lo cuenta aproximadamente de la siguiente forma: en 811 unos fieles de
la congregación de la iglesia de San Félix de Lobio observan unas extrañas
luces sobre el campo; era una revelación que les indicaba que por allí se
encontraba el sepulcro del apóstol Santiago, aguardando a ser descubierto, tal
como había preconizado años atrás Beato de Liébana. Durante tres días el obispo
de Iria Flavia, Teodomiro, indagó el lugar exacto de dicho sepulcro, al cabo
del cual tiempo lo halló. Desde entonces el Campus Stelae (Compostela) fue
consagrado al apóstol. Existe, empero, otra versión de los hechos, que cuenta
Fernando García Cortázar y que dice así: En
plena euforia de oposición al Islam, un acontecimiento singular da nuevos bríos
y razones a la política del monarca. El 25 de julio del año 813 –así lo relata
la tradición- un ermitaño asentado en los últimos confines del reino, aunque
cercano a la recién restaurada sede gallega de Iria Flavia, comunica a su
obispo Teodomiro la aparición de una estrella milagrosa en un bosque. Tras
despejar el lugar quedó al descubierto un sepulcro, que los fieles atribuyen al
apóstol Santiago y sus discípulos”.
Diversas rutas para realizar el Camino de Santiago |