El diecisiete de septiembre del
año 791 Alfonso, hijo de Fruela I y nieto de Alfonso I, es proclamado rey de
las Asturias. La primera decisión que toma el nuevo monarca es trasladar la
capital del reino desde Flavionavia hasta Oveto, lugar en el que había nacido hacía veinticuatro
años, fruto del enlace del entonces rey Fruela y su esposa Munia. Es el año en
que Hixem I sufre un revés en su política, pues se producen algunas revueltas
independentistas en su emirato, evento que aprovecha Alfonso II para anunciar
al emir su propósito de anular el pago del tributo concertado por sus
antecesores en el cargo. El rey Casto, como se apodó a Alfonso II, ha arrojado
el guante e Hixem I lo recoge. No se demora en la acción y envía apresuradamente
una expedición de castigo por tierras alavesas, aunque no dio el resultado
positivo que buscaba. Ante esta coyuntura el cordobés se abstiene de nuevos
enfrentamientos armados hasta no haber zanjado antes las insurrecciones en su
propio territorio.
El rey Alfonso II |
En
cuanto al conflicto religioso entre los partidarios del adopcionismo y sus
detractores, Carlomagno promueve un concilio en Ratisbona (792) para dirimir
tales disputas continuadas [habrá otros dos concilios en los años 794 y 799 en
Francfourt y Aquyisgrán respectivamente, antes de que el adopcionismo acabe
siendo condenado].
Las
incursiones musulmanas en territorio astur serán una constante, si bien sólo
las primeras causarían grandes estragos en la moral cristiana. Una de estas
aceifas fue la del año 794. Hixem I pone al frente de las tropas a Abd al-Melik
ibn-Abd al-Wahid ibn-Mugeit, que parte desde Asturica en dirección a Gallaecia,
mientras su hermano Abd al-Kerim conduce otro ejército hacia Álava. El primero
de ellos entra en la región asturiana siguiendo la senda de la Mesa y llega
hasta la reciente capital, Oveto. Alfonso II abandona el lugar con todos sus
efectivos y se lo concede al musulmán, que se dedica a cobrarse el poco botín
que quedaba allí, ante la cual decepción destruye parte de las edificaciones,
entre ellas el templo que Fruela I había erigido a San Salvador, santo
protector de Oveto. Una vez terminada la devastación, al-Melik retrocede con
sus hombres rumbo al sur, ajeno a las asechanzas del rey Casto, que reorganiza
las tropas en San Martín de Lodón y aguarda la retirada del enemigo para
emboscarlo. Elige un terreno cenagoso conocido como Lutos, donde la caballería
apenas si puede maniobrar y la infantería se ve abrumada por la hostil ciénaga.
Allí infringe a al-Melik una derrota, cuyos ecos no tardaron en llegar a oídos
de su hermano, quien no puede hacer más que preparar una nueva expedición para
vengar la derrota.
Alfonso II |
En
la primavera del año siguiente al dolo de Lutos, al-Kerim parte de Asturica
decidido a apresar al rey astur. Los dos bandos se encuentran en Torrebarrio y
el ejército de Alfonso cae estrepitosamente, aunque él consigue huir junto con
una gran parte de sus hombres. Al-Kerim no se detiene, sino que envía como
vanguardia a cuatro mil jinetes bajo el mando de Faradj ibn-Kinana, en tanto él
avanza con el grueso del ejército. El rey Casto, por su parte, deja a la
caballería, dirigida por Gadaxera, junto al río Quirós con el fin de retardar
la llegada musulmana y poder ganar el suficiente tiempo como para organizar las
defensas de Oveto junto a su inseparable Teuda. Cuando la avanzadilla de Kinana
se topa con la caballería de Gadaxera, la arrasa por completo y captura al
propio Gadaxera con tal rapidez, que a Alfonso no le queda otro remedio que
guarecerse en una fortaleza entre Las Caldas y Godos a orillas del río Nailo
(Nalón), el río Wad-Abalon de las crónicas árabes. Allí lo mantiene Kinana
cercado a la espera de la llegada de al-Kerim con el resto de las huestes. Pero
la constancia y un buen plan hacen que Alfonso logre escapar del asedio; Kinana
le persigue implacable hasta Oveto, a donde acude en primer término Alfonso.
Finalmente, el rey astur, comprendiendo que en nada le beneficia aguardar en la
sede del reino la venida de al-Kerim, abandona el sitio y se refugia con el
resto de sus hombres en Primorias; es decir, en las montañas del Auseva con su
orografía intransitable que supone un escollo demasiado arduo para los soldados
musulmanes. Al-Kerim, lo mismo que tantos otros ejércitos desde la época del
romano Octavio Augusto, comprende lo inútil de persistir en la captura de los
huidos y desiste de apresar al rey Alfonso y se conforma con convertir Oveto en
ruinas. A finales de septiembre o principios de octubre al-Kerim regresa a
Corduba.
De
estas dos campañas musulmanas Alfonso II aprendió una lección muy importante:
el reino astur no podía enfrentarse solo al poderío del emirato cordobés; así
que durante los siguientes años divide sus esfuerzos en dos direcciones:
conseguir apoyos y reconstruir la capital. De este modo, ese mismo año de 795
envía una embajada al poderoso Carlomagno, aunque quien recibe al embajador no
fue el emperador franco, sino su hijo Luis de Aquitania, en Tolosa. Por
desgracia para Alfonso, al año siguiente muere Hixem I y su sucesor, al-Hakam
I, enterado de los tratos en que andan Alfonso y Carlomagno, envía una
expedición hacia la zona alavesa para procurar deshacer posibles pactos, además
de bautizar su nuevo reinado con la ya acostumbrada aceifa contra los
cristianos del norte. Coloca a su hombre de confianza, Amrus, al frente del
ejército y el general llega victorioso hasta Osca (Huesca), punto estratégico
desde donde se pueden controlar los movimientos de tropas atures. Sin embargo,
Amrus no tiene oportunidad de abalanzarse sobre el reino Alfonsín, pues
al-Hakam le ordena que vigile más bien las pretensiones del rey carolingio.
Desde Osca Amrus se halla ocupado no sólo en cumplir las órdenes del emir, sino
también en sofocar las revueltas que se producen en tierras vascas. No se
encuentra menos ocioso al-Hakam, rodeado de intrigas palaciegas, en las que se
ve envuelto cada día.
El emperador franco Carlomagno |
Las
relaciones diplomáticas de Alfonso comienzan a dar sus frutos. Coloca a
Pompaelo de su parte y en 797 envía una segunda embajada a Carlomagno. En esta
ocasión es el rey franco en persona quien recibe en Herrstad al legado, el
conde Fruela, quien le ofrece de parte del rey Casto una tienda de campaña.
Estas negociaciones le permiten tener las manos libres para llevar a cabo
correrías por campo musulmán y en 798 llega incluso a asaltar la ciudad de
Olissipo u Ollarpo (Lisboa). A su regreso a Oveto vuelve a encargar al conde
Fruela una tercera embajada a Carlomagno, en esta ocasión en compañía de
Basilisco. Para mostrar que no era un reino debilitado, si bien pequeño, Fruela
lleva ante el emperador a siete musulmanes y otros tantos mulos y lorigas,
conseguido todo ello en el asalto a Olissipo. Como respuesta del rey franco, el
obispo Jonás de Orleans visita Asturias se supone que por deseo de Carlomagno,
y más tarde Gallaecia, donde se entrevista con el obispo de Iria Flavia
(Padrón), Teodomiro. Todos estos contactos con el reino carolingio aumentaron la
oposición a Alfonso dentro de su propia Corte. Su política de acercamiento a
potencias extranjeras era mal vista por la nobleza reacia al linaje cántabro.
Ya se habían opuesto, según hemos comprobado, a que fuera nombrado rey de
Asturias, pero las circunstancias y el tiempo habían hecho que fracasaran.
Ahora, en cambio, se habían procurado un gran número de partidarios y se
salieron con la suya al recluir al rey Casto en el monasterio de Ablaña, en la
comarca mierense (801). Con el rey fuera de juego, al-Hakam emprende una nueva
aceifa contra Álava, pero acaba en fracaso; vuelve, no obstante, a intentarlo
una vez más dos años después, pero fracasa de nuevo.
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