sábado, 6 de julio de 2013

REINO DE ASTURIAS: Un breve paréntesis antes del final

              El año 842 verá la última lucha por el trono asturiano entre las dos facciones surgidas en tiempos de Alfonso I: por un lado, la rama descendiente de Pelayo y representada por Nepociano; por otro lado, la rama cántabra descendiente del duque Pedro y representada por Ramiro. Quien de los dos gane la contienda sentará las bases de la futura monarquía, ya sea la matrilínea para la asturiana o ya sea la patrilínea para la cántabra. Los dos bandos, a su vez, poseen su propio territorio favorable: los asturianos apoyan a Nepociano, mientras que los gallegos y vascones se inclinan por Ramiro. Así pues, éste, Ramiro, se dirige hacia Lucus Augusti (Lugo) y desde allí alista un ejército con el que enfrentarse a Nepociano. Tal acontecimiento tuvo lugar en el puente del río Narcea. Nepociano sufre un descalabro y huye hacia el interior con algunos de sus partidarios, entre ellos el conde Aldroito, su más fiel aliado. En Primorias, sin embargo, son atrapados por los condes  Escipión y Sonna, quienes los entregan a Ramiro; el castigo fue ejemplar y sin conmiseración, pues que los dos fueron cegados y encadenados de por vida. No obstante, aún quedaba otro grupo, el encabezado por el conde Piniolo, al frente de un grupo de vascones contrarios a Ramiro. No duraron mucho, sin embargo, y fueron derrotados de forma rápida y contundente. Ramiro, que no quería más levantamientos en el reino, ordena que Piniolo y sus siete hijos sean ajusticiados, como así se hizo.
Ramiro I de Asturias
                Sin más pérdida de tiempo el nuevo rey se empeña en apaciguar Asturias desde los cimientos. Durante los años en que fueron llegando emigrantes mozárabes y muladíes, la población se vio forzada a amoldarse al sistema visigodo de explotación, de ahí que proliferen los latifundios en manos de la nobleza y el clero. Los campesinos se vieron obligados a arrendar las tierras y a pasar de un estado libre a otro servil, arruinándose muchos de ellos y encontrándose sin trabajo algunos más. La única solución que encuentran es el bandolerismo, favorecido por la orografía peculiar de la región. Por otra parte, la religión cristiana no acaba de imponerse a los ritos paganos ancestrales y todo el reino abunda en prácticas mágicas y cultos con pervivencia indígena, celta y romana. Proliferan las brujas y  los alquimistas, venidos o no del extranjero, a los que se les considera instigadores de sectas. En vista de todo esto, Ramiro realiza un gran esfuerzo por erradicar los dos “males” del reino: el bandolerismo y la magia. Para ello no duda en llenar los calabozos con este tipo de gentes, incluso llegar a reprimir mediante hogueras algunas zonas descontentas con el abuso del poder, en donde arden las brujas.
El rey Ramiro I
                El rey, instalado cómodamente en el conjunto áulico que levantara su predecesor, Alfonso II el Casto, prefiere alejarse del casco urbano y ordena que se erija un palacio real sobre el promontorio del monte Naranco (842). Al año siguiente de iniciarse las obras de este palacio, comienza la tarea de renovación de una morada ya vetusta, sita en la antigua “villa romana” de Linio (Lillo), con la intención de dedicar dicho templo a Santa María. En relación a la guerra con el emirato cordobés, hay algunos estudiosos que mencionan una expedición musulmana en ese mismo año, aunque otros no mencionan ninguna hasta varios años después. El emir se hallaba ocupado en sofocar nuevas revueltas en su reino, pues la poderosa familia de Banu Qasi, dueña y señora de la zona del Ebro, menudeaba en sus conjuraciones contra las directrices de Corduba; según la conveniencia, a los Banu Qasi se les unía la familia de los Arista de Pompaelo, y entre los dos linajes causaban graves contratiempos a Abd al-Rahman II, por cuyo motivo el emir tenía descuidado el asunto astur.
Barco vikingo
                Un dato curioso: el reino asturiano no se vio librado de ataques del exterior, pero no llegaron, como era de prever, por tierra, sino por mar y por parte de un enemigo entonces no muy habitual en las costas hispanas, los normandos, también conocidos como vikingos. Fue en 844 cuando llegan a Jegione o Gigia, en cuyo desembarco hubieron de perder sesenta y dos naves. Con el poco botín que pudieron sacar de la rapiña, se hicieron a la mar con dirección occidente, llegando a las costas gallegas; desembarcaron en Farum Brecantium (la ría de Betanzos) con el mismo resultado que en Gigia. Descorazonados por su poca suerte, continúan el viaje rodeando las costas hasta alcanzar en agosto el puerto lisboeta, y desde allí se acercan al territorio musulmán, mucho más rico. Así que el emir se ve impelido a hacer frente a la escuadra normanda mientras al mismo tiempo guerrea con los Banu Qasi en la otra punta del reino. Los vikingos se dividen en dos: ochenta barcos remontan el río Betis o al-Wadil-Kabir (Guadalquivir), que en árabe significa “río grande”, hasta llegar a Hispalis (Sevilla), en tanto el resto pone dirección a Gadir o Gades (Cádiz).
                Por aquel tiempo es cuando algunas versiones sitúan la legendaria batalla de Clavijo; otras, en cambio, la retrasan a la época del rey Ordoño . Según dicha leyenda, Ramiro consigue vencer al ejército del emirato gracias a la intervención del apóstol Santiago, que habría aparecido entre las mesnadas cristianas montado en un caballo blanco y arremetiendo con su espada contra el infiel. Continúa la leyenda afirmando que fue gracias a aquella victoria que el rey asturiano anuló el “tributo de las cien doncellas” que, según esta versión, habría pactado Mauregato. Como agradecimiento a la intervención milagrosa del apóstol, Ramiro establece el Voto de Santiago, el cual consistía en un tributo anual y perpetuo de las primicias de la cosecha y de la vendimia.
San Miguel de Lillo
Ciñéndonos al dato histórico, Ramiro intensifica el repoblamiento de Legio con un asentamiento de cierta envergadura en 845, al amparo de las antiguas murallas romanas; mas no pudo acabar de afirmar tal colonización, porque al año siguiente Abd al-Rahman II envía un cuerpo expedicionario a la ciudad, cuyos habitantes huyen hacia el norte; quedaba Legio a merced de los soldados, que incendian las murallas, aunque sin llegar a destruirlas. Dos años más tarde (848) el emir enviará otra expedición más, pero esta vez contra Álava. Si por algo hay que destacar, empero, ese año no es por ninguna acción militar, sino desde la esfera artística. Es casi seguro que fue el año en que se consagrara el renovado edificio de la villa de Linio (Lillo). A punto de hacerlo, Ramiro muda la intención primera de consagrarlo a Santa María y en el cambio de opinión se queda con San Miguel [del original de este edificio apenas ha llegado hasta nosotros una tercera parte, dado que casi todo él se ha ido reformando en tiempos posteriores]. El 23 de junio de ese 848, según reza una inscripción del ara, se consagra también el palacio del bosque sagrado en el Naranco, cuya advocación, finalmente, fue para la Santa María que previamente sería la de Linio; allí en Santa María del Naranco, se supone que vivió Ramiro I el resto de sus días, que no habrían de ser ya muchos, junto a su esposa Paterna y su hijo Ordoño.
El Palacio Real de Santa María del Naranco
No creemos que en el año de su muerte, 850, a Ramiro le hayan podido llegar noticias de un árabe de nombre Yahya ibn al-Hakam, apodado Algacel, autor de la primera crónica de las peregrinaciones a Sant Yago del Campus Stelae (Santiago de Compostela), lo que viene a mostrar dos aspectos del reino astur: por un lado, el éxito que tuvo el Campus Stelae desde el principio; por otro lado, la analfabetización general del campesinado, de la aristocracia y de la realeza en los reinos cristianos, cuyos únicos baluartes se encontraban en los monasterios, si bien en éstos apenas se llevaba a cabo otra labor que la copista. En fin, en 850 moría Ramiro y subía al trono su hijo Ordoño, el primer rey de su nombre, y casado con Munia (homónima de la esposa de Fruela I). Acaba de llegar al solio cuando ya tiene que mediar entre los vascones, pues entre ellos hay quienes se le enfrentan. Para verse desembarazado de otros problemas de menor peligro encarga a Rodrigo, conde de Castilla, la defensa y el repoblamiento de sus posesiones, según consta en un documento de 850, en donde aparece la primera mención a "Castilla".

miércoles, 3 de julio de 2013

REINO DE ASTURIAS: Un rey para un reino

             Después de una incursión musulmana más sin trascendencia alguna, podríamos decir que 812 es el año en que dan comienzo las obras constructoras dentro de Oveto. En ese año y a unos ochocientos metros al norte del casco urbano de la capital, se ponen los cimientos de la iglesia de Santullano, consagrada dieciocho años después a los santos orientales Julián y Basilisa. Es más que probable que los encargados de las obras, arquitectos, pintores, escultores, ingenieros… hayan basado sus proyectos en ideas neogoticistas venidas de allende las fronteras, sobre todo mozárabes que van llegando al reino cristiano en grupos no muy numerosos, pero sí fluidos.
Alfonso II el Casto
                De toda aquella ingente tarea apenas nos ha llegado una muestra; de la basílica erigida en honor de San Salvador y Santa María nada queda, y sólo se conserva de forma fragmentaria la cabecera del templo de San Tirso y algunos restos del palacio real. Mención aparte merece la Cámara Santa, originariamente unida al palacio y que conservaba en su cripta los restos de Santa Leocadia, patrona de la iglesia de los Concilios de Toletum. En fin, la capital quedaba organizada de modo aproximado de la forma siguiente: la basílica de San Salvador se encontraba en donde hoy día se alza la catedral, situándose a su cabecera el monasterio de San Vicente; a la izquierda se vería el panteón real de Santa María del Rey Casto; a la derecha de San Salvador se alargaba en paralelo el palacio del rey con la Cámara Santa en su cabecera y, perpendicular a éste, las dependencias reales; desviada a la izquierda de todo este conjunto, la iglesia de San Pelayo y a la cabecera de ésta la iglesia de la Corte; al otro lado de la actual plaza de la catedral tendríamos la iglesia de San Tirso, de la que se conserva la cabecera y, en la esquina opuesta a ésta, la iglesia de la Santa Cruz. Para proteger todo este importante conjunto áulico Alfonso II mandó levantar una muralla que lo rodeara en su integridad y que sirviera de freno a posibles aceifas musulmanas, como las que habían realizado los hermanos al-Malik y al-Kerim a finales del siglo anterior.
La Camara Santa 
                Pero este nuevo entramado defensivo no podía evitar que el emirato cordobés pusiera en alerta al rey Casto con una nueva ofensiva. Un gran ejército se dirige hacia el norte con la intención de atacar Álava y Bardulias, zona que abarcaba la actual comarca riojana y sus alrededores. Merced a la alianza de Alfonso con Pompaelo, las fuerzas del monarca astur y las del gascón Velasco hacen frente común contra el enemigo sarraceno. La batalla de Orón, llamada Wadi-Arun por los árabes, en 816 causó estragos en los dos bandos: el número de bajas fue excesivamente elevado tanto por parte de los cristianos como de los musulmanes.. Si bien podría considerarse que la balanza se inclinó del lado de Alfonso y Velasco, no cabe la menor duda de que fue una victoria pírrica, cuyo único resultado real fue el de haber frenado el avance enemigo. Más lo debió de sentir el emir, pues al año siguiente, y ante su política un tanto vaga, el arrabal cordobés de Secunda se rebela contra la autoridad.
                Mientras tanto, Alfonso II el Casto se atrae los favores de los nobles gallegos y vascones mediante concesiones un tanto “sospechosas”, como las prebendas reales que concede a Aloite, conde de Campus Stelae (Compostela) en 818. En cuanto a la Iglesia, el rey insiste en tenerla mimada y al mismo tiempo ocupada en asuntos ajenos a la política, objetivo que consigue a medias. Posiblemente fuera ésa la finalidad del Concilio de Oveto en 821, a donde acude una pequeña embajada enviada por Carlomagno y que da a entender que el reino astur comenzaba a ser tenido en cuenta fuera del ámbito peninsular. Estas relaciones con el poderío franco abren la puerta para que Alfonso II adopte la moneda carolingia en sustitución de la empleada hasta entonces en el reino, consiguiendo reanimar la empobrecida economía. Además, Alfonso no interrumpe su política de pacto y aprovecha cualquier resquicio para fortalecerlos, como cuando los muladíes del Ebro se rebelan contra Corduba: Alfonso no duda en ofrecerles su apoyo, lo que provoca las iras del emir que en 823 envía otra expedición de castigo contra Álava, que le valdrá una nueva derrota. Poco después, son los muladíes y mozárabes de Emerita Augusta (Mérida) y Toletum los que se alzan en rebeldía, y también a éstos los apoya Alfonso II. Ante tal perspectiva, el entonces emir Abd al-Rahman II envía dos cuerpos de ejército contra Gallaecia, siendo vencidos ambos en 825: uno en Anceo, Pontevedra, y el otro en Narón, Lugo.
Monedas carolingias de plata
                A pesar de sus ocupaciones como general, el rey asturiano no descuida los deberes para con los actos píos y religiosos. Así, en 829 la iglesia que había ordenado erigir en Campus Stelae, en el lugar en que había aparecido el supuesto sepulcro de Santiago el Mayor, se beneficia de una importante donación fundacionaria, la primera de otras muchas que seguirán. La institución real, pues, está consolidada, al menos la figura de Alfonso II. La oposición se diluye y pierde fuerza. El rey Casto vence a los musulmanes en el campo de batalla y al mismo tiempo impulsa la economía maltrecha, engrandeciendo, a su vez, el reino con una capital embellecida con el paso de los años. Por el contrario, la figura legendaria de Bernardo de Carpio, representante de la rivalidad entre pro-alfonsinos y contra-alfonsinos, permanece silenciada. Tan sólo surgen rumores divulgados maledicentemente entre el campesinado, como el que apuntaba a que, ante la soltería de su rey, el pueblo murmurase que estaba casado en secreto con Berta, hermana de Carlomagno; otros rumores se dirigían a una relación incestuosa con su propia hermana Jimena. Tampoco faltaban chismes que relacionaban a Jimena con el conde de Saldaña, Sancho Díaz, de quien habría tenido un hijo, el tal Bernardo de Carpio, y que habrían entregado a unas “dueñas” para su cuidado, a quienes visitarían de vez en cuando los dos amantes. Así, tan pronto como Alfonso se habría enterado del asunto, pues se lo revelaría su primo Ordoño, que pretendía casarse con Jimena para acceder al trono, habría mandado recluir a su hermana en un convento y al conde encadenarlo en el castillo de Luna, al tiempo que habría prohijado al pequeño. En cuanto a Ordoño, su cadáver habría de aparecer una mañana en las inmediaciones de la basílica de San Julián.
Catálogo de los reyes cordobeses y asturianos
                Aparte de esta leyenda, nada de cierto hay en esta etapa del reino de Alfonso II que incite a pensar en oscuras maquinaciones contra su poder, pues la nobleza se sentiría lo suficientemente débil como para mantenerse a la espera de tiempos mejores. Su fama, la del rey, había llegado a tal punto que, cuando en 833 los muladíes emeritanos son sometidos por las fuerzas cordobesas, el rebelde Mahamud huye de la ciudad y se refugia en la corte ovetense. Después de conseguir someter las plazas sublevadas, Abd al-Rahman II reinicia sus ataques contra el reino del norte, así que en 838 envía una expedición contra Álava y Bardulias, y otra más contra Gallaecia. Al año siguiente vuelven los musulmanes a intentar debilitar a los cristianos, pero no sólo son derrotados, sino que incluso el mismo Alfonso II osa internarse en territorio hostil. En 840 es Abd al-Rahman en persona quien se adentra al frente de su ejército en las tierras galaicas, en donde es rechazado por las huestes de Alfonso. Nuevamente éste, el rey Casto, afrontará al año siguiente otra incursión musulmana encabezada por el hijo del emir, al-Mustarrif.
El Oviedo de Alfonso II

                El largo reinado de Alfonso II el Casto va llegando a su fin en 842, año en que entrega su alma a la Providencia. A su muerte deja un reino fuerte en todos los aspectos. Gallaecia, Asturica, Legio y Bardulias ya se hallan repobladas y fortificadas, Oveto se prepara para recibir sus últimos toques artísticos [que habrán de ser los más representativos, duraderos y admirados], Álava y Cantabria están plenamente integradas en el reino. Y a pesar de todo, el único problema que dejó sin resolver casi acaba destrozando toda su labor: había muerto sin descendencia, aunque había estado educando para sucederle a Ramiro, hijo del rey Vermudo; pero el fallecimiento del rey Casto le había cogido en Batrdulias, donde había acudido para asistir a la celebración de su propia unión marital, en segundas nupcias, con Paterna. Entre tanto, en Oveto la facción nobiliaria que se había mantenido agazapada bajo el yugo de Alfonso se levanta de golpe y nombra a Nepociano nuevo rey, del cual los relatos tradicionales dicen que se había casado  con Jimena, la supuesta hermana de Alfonso II, por el cual motivo reclamaba el cetro.

sábado, 29 de junio de 2013

REINO DE ASTURIAS: Un sueño hecho realidad (II)

La situación cautiva del rey Alfonso II, forzado a permanecer en el monasterio de Ablaña a causa de la conjura de la nobleza, crea ciertos problemas en la corte, lo cual, unido a la presión de Teuda y Adosinda para recuperar el trono, aboca todo a un triunfo sobre la facción opositora. Alfonso regresa del cautiverio y no hace más que retomar la posesión como jefe supremo, cuando ya tiene que repeler una nueva ofensiva musulmana en 805 y, casi sin respiro, una segunda al año siguiente. Entre medias se vuelca en asegurarse el trono. Una de las medidas más importantes es la de tomar al hijo mayor de Vermudo I, Ramiro, bajo su tutela con vistas a la futura sucesión; lo cual fue visto como un acto prepotente por sus detractores, encabezados por el noble Nepociano. A continuación, Alfonso busca un pretexto para realzar la figura real frente a la aristocracia, encontrándolo en la tradición visigoda, pues deja entrever que su linaje está entroncado con los reyes toledanos, lo que supondría una continuación de la monarquía visigoda a la que pocos osarían oponerse. Como una especie de confirmación, Alfonso se enfrasca en reconstruir la capital, Oveto, y convertirla en una especie de villa áulica, que suponga un reflejo de la Corte de Toledo.
Restos de la muralla construida por Alfonso II en Oviedo
                De este modo, el año 808 supone el de la consagración definitiva como rey absoluto. Reafirma la monarquía frente a la nobleza, cada vez más poderosa, apoyándose en el estamento clerical. Para sellar este pacto y ganar los favores monacales dona a la basílica de San Salvador la Cruz de los Ángeles, arquetipo de signo gamado, que evoca la Ciudad del Trono. Poco a poco lleva a cabo el proyecto de la nueva ciudad: manda levantar en el extrarradio la iglesia de San Julián de los Prados y un área residencial alternativa al palacio-sede oficial. Algo más lejos de Oveto encuentra un medio rústico entre desiertos de bosques apropiado para elegir una basílica dedicada a Santa María (Bendones) y, todavía más lejos, otra a San Pedro en Nora (Las Regueras). Aparte de esto, crea una sede episcopal en Oveto, traslada la sede bracarense a Lucus Augusti, restaura la sede de Iria Flavia e instaura el obispado de Valpuesta para la naciente Castilla. Por supuesto, todas estas reformas, incluida la de la propia Oveto, no las llevó a cabo en un año, sino a lo largo de treinta. De cuando en cuando tuvo que afrontar las insistentes aceifas que venían del sur, como la de 809, cuya respuesta fue la de lanzar una expedición ese mismo año contra las tierras sometidas al gobierno cordobés. Un año después al-Hakam persiste con otra aceifa con idéntico resultado a las anteriores: esfuerzo baldío el del emir.
La Cruz de los Ángeles

                Por entonces Alfonso necesitaba un “milagro”, pues entre tanto guerrear y tanto gasto como requerían sus empresas, la economía se resintió enormemente y el malestar social comenzaba a aflorar de un modo más pertinaz. La chispa que encendió la alarma fue la sustitución de la moneda de oro visigoda por la de plata carolingia para provocar una devaluación, la cual paliara un tanto el estado caótico de las arcas; pero el efecto conseguido fue el opuesto y la subida de los precios se dispara. El “milagro” que pedía llegó por donde menos pensaba, aunque al menos consiguió con ello desviar las miradas críticas. La leyenda lo cuenta aproximadamente de la siguiente forma: en 811 unos fieles de la congregación de la iglesia de San Félix de Lobio observan unas extrañas luces sobre el campo; era una revelación que les indicaba que por allí se encontraba el sepulcro del apóstol Santiago, aguardando a ser descubierto, tal como había preconizado años atrás Beato de Liébana. Durante tres días el obispo de Iria Flavia, Teodomiro, indagó el lugar exacto de dicho sepulcro, al cabo del cual tiempo lo halló. Desde entonces el Campus Stelae (Compostela) fue consagrado al apóstol. Existe, empero, otra versión de los hechos, que cuenta Fernando García Cortázar y que dice así: En plena euforia de oposición al Islam, un acontecimiento singular da nuevos bríos y razones a la política del monarca. El 25 de julio del año 813 –así lo relata la tradición- un ermitaño asentado en los últimos confines del reino, aunque cercano a la recién restaurada sede gallega de Iria Flavia, comunica a su obispo Teodomiro la aparición de una estrella milagrosa en un bosque. Tras despejar el lugar quedó al descubierto un sepulcro, que los fieles atribuyen al apóstol Santiago y sus discípulos”.
Diversas rutas para realizar el Camino de Santiago

sábado, 22 de junio de 2013

REINO DE ASTURIAS: Un sueño hecho realidad (I)

               El diecisiete de septiembre del año 791 Alfonso, hijo de Fruela I y nieto de Alfonso I, es proclamado rey de las Asturias. La primera decisión que toma el nuevo monarca es trasladar la capital del reino desde Flavionavia hasta Oveto, lugar  en el que había nacido hacía veinticuatro años, fruto del enlace del entonces rey Fruela y su esposa Munia. Es el año en que Hixem I sufre un revés en su política, pues se producen algunas revueltas independentistas en su emirato, evento que aprovecha Alfonso II para anunciar al emir su propósito de anular el pago del tributo concertado por sus antecesores en el cargo. El rey Casto, como se apodó a Alfonso II, ha arrojado el guante e Hixem I lo recoge. No se demora en la acción y envía apresuradamente una expedición de castigo por tierras alavesas, aunque no dio el resultado positivo que buscaba. Ante esta coyuntura el cordobés se abstiene de nuevos enfrentamientos armados hasta no haber zanjado antes las insurrecciones en su propio territorio.
El rey Alfonso II
                En cuanto al conflicto religioso entre los partidarios del adopcionismo y sus detractores, Carlomagno promueve un concilio en Ratisbona (792) para dirimir tales disputas continuadas [habrá otros dos concilios en los años 794 y 799 en Francfourt y Aquyisgrán respectivamente, antes de que el adopcionismo acabe siendo condenado].
                Las incursiones musulmanas en territorio astur serán una constante, si bien sólo las primeras causarían grandes estragos en la moral cristiana. Una de estas aceifas fue la del año 794. Hixem I pone al frente de las tropas a Abd al-Melik ibn-Abd al-Wahid ibn-Mugeit, que parte desde Asturica en dirección a Gallaecia, mientras su hermano Abd al-Kerim conduce otro ejército hacia Álava. El primero de ellos entra en la región asturiana siguiendo la senda de la Mesa y llega hasta la reciente capital, Oveto. Alfonso II abandona el lugar con todos sus efectivos y se lo concede al musulmán, que se dedica a cobrarse el poco botín que quedaba allí, ante la cual decepción destruye parte de las edificaciones, entre ellas el templo que Fruela I había erigido a San Salvador, santo protector de Oveto. Una vez terminada la devastación, al-Melik retrocede con sus hombres rumbo al sur, ajeno a las asechanzas del rey Casto, que reorganiza las tropas en San Martín de Lodón y aguarda la retirada del enemigo para emboscarlo. Elige un terreno cenagoso conocido como Lutos, donde la caballería apenas si puede maniobrar y la infantería se ve abrumada por la hostil ciénaga. Allí infringe a al-Melik una derrota, cuyos ecos no tardaron en llegar a oídos de su hermano, quien no puede hacer más que preparar una nueva expedición para vengar la derrota.
Alfonso II
                En la primavera del año siguiente al dolo de Lutos, al-Kerim parte de Asturica decidido a apresar al rey astur. Los dos bandos se encuentran en Torrebarrio y el ejército de Alfonso cae estrepitosamente, aunque él consigue huir junto con una gran parte de sus hombres. Al-Kerim no se detiene, sino que envía como vanguardia a cuatro mil jinetes bajo el mando de Faradj ibn-Kinana, en tanto él avanza con el grueso del ejército. El rey Casto, por su parte, deja a la caballería, dirigida por Gadaxera, junto al río Quirós con el fin de retardar la llegada musulmana y poder ganar el suficiente tiempo como para organizar las defensas de Oveto junto a su inseparable Teuda. Cuando la avanzadilla de Kinana se topa con la caballería de Gadaxera, la arrasa por completo y captura al propio Gadaxera con tal rapidez, que a Alfonso no le queda otro remedio que guarecerse en una fortaleza entre Las Caldas y Godos a orillas del río Nailo (Nalón), el río Wad-Abalon de las crónicas árabes. Allí lo mantiene Kinana cercado a la espera de la llegada de al-Kerim con el resto de las huestes. Pero la constancia y un buen plan hacen que Alfonso logre escapar del asedio; Kinana le persigue implacable hasta Oveto, a donde acude en primer término Alfonso. Finalmente, el rey astur, comprendiendo que en nada le beneficia aguardar en la sede del reino la venida de al-Kerim, abandona el sitio y se refugia con el resto de sus hombres en Primorias; es decir, en las montañas del Auseva con su orografía intransitable que supone un escollo demasiado arduo para los soldados musulmanes. Al-Kerim, lo mismo que tantos otros ejércitos desde la época del romano Octavio Augusto, comprende lo inútil de persistir en la captura de los huidos y desiste de apresar al rey Alfonso y se conforma con convertir Oveto en ruinas. A finales de septiembre o principios de octubre al-Kerim regresa a Corduba.
                De estas dos campañas musulmanas Alfonso II aprendió una lección muy importante: el reino astur no podía enfrentarse solo al poderío del emirato cordobés; así que durante los siguientes años divide sus esfuerzos en dos direcciones: conseguir apoyos y reconstruir la capital. De este modo, ese mismo año de 795 envía una embajada al poderoso Carlomagno, aunque quien recibe al embajador no fue el emperador franco, sino su hijo Luis de Aquitania, en Tolosa. Por desgracia para Alfonso, al año siguiente muere Hixem I y su sucesor, al-Hakam I, enterado de los tratos en que andan Alfonso y Carlomagno, envía una expedición hacia la zona alavesa para procurar deshacer posibles pactos, además de bautizar su nuevo reinado con la ya acostumbrada aceifa contra los cristianos del norte. Coloca a su hombre de confianza, Amrus, al frente del ejército y el general llega victorioso hasta Osca (Huesca), punto estratégico desde donde se pueden controlar los movimientos de tropas atures. Sin embargo, Amrus no tiene oportunidad de abalanzarse sobre el reino Alfonsín, pues al-Hakam le ordena que vigile más bien las pretensiones del rey carolingio. Desde Osca Amrus se halla ocupado no sólo en cumplir las órdenes del emir, sino también en sofocar las revueltas que se producen en tierras vascas. No se encuentra menos ocioso al-Hakam, rodeado de intrigas palaciegas, en las que se ve envuelto cada día.
El emperador franco Carlomagno

                Las relaciones diplomáticas de Alfonso comienzan a dar sus frutos. Coloca a Pompaelo de su parte y en 797 envía una segunda embajada a Carlomagno. En esta ocasión es el rey franco en persona quien recibe en Herrstad al legado, el conde Fruela, quien le ofrece de parte del rey Casto una tienda de campaña. Estas negociaciones le permiten tener las manos libres para llevar a cabo correrías por campo musulmán y en 798 llega incluso a asaltar la ciudad de Olissipo u Ollarpo (Lisboa). A su regreso a Oveto vuelve a encargar al conde Fruela una tercera embajada a Carlomagno, en esta ocasión en compañía de Basilisco. Para mostrar que no era un reino debilitado, si bien pequeño, Fruela lleva ante el emperador a siete musulmanes y otros tantos mulos y lorigas, conseguido todo ello en el asalto a Olissipo. Como respuesta del rey franco, el obispo Jonás de Orleans visita Asturias se supone que por deseo de Carlomagno, y más tarde Gallaecia, donde se entrevista con el obispo de Iria Flavia (Padrón), Teodomiro. Todos estos contactos con el reino carolingio aumentaron la oposición a Alfonso dentro de su propia Corte. Su política de acercamiento a potencias extranjeras era mal vista por la nobleza reacia al linaje cántabro. Ya se habían opuesto, según hemos comprobado, a que fuera nombrado rey de Asturias, pero las circunstancias y el tiempo habían hecho que fracasaran. Ahora, en cambio, se habían procurado un gran número de partidarios y se salieron con la suya al recluir al rey Casto en el monasterio de Ablaña, en la comarca mierense (801). Con el rey fuera de juego, al-Hakam emprende una nueva aceifa contra Álava, pero acaba en fracaso; vuelve, no obstante, a intentarlo una vez más dos años después, pero fracasa de nuevo.

sábado, 15 de junio de 2013

REINO DE ASTURIAS: Una vieja situación ya conocida

A la muerte de su esposo, Adosinda apoya a su sobrino Alfonso, el hijo de Fruela I y nacido en Oveto, pero una facción de la nobleza, la de mayor peso específico, se inclina por el hijo bastardo que Alfonso I había engendrado con Siselda, Mauregato. El hijo de Fruela I, Alfonso, se ve abocado a refugiarse en Álava bajo la protección de sus parientes [recordemos que su madre, Munia, era alavesa] ante el temor de un atentado contra su vida. Su tía Adosinda, en cambio, permanece en la corte praviana con el propósito de insistir en favor del sobrino huido. Parece ser que Mauregato se cansó de las peticiones de su hermanastra y acabó obligándola a tomar los hábitos en el convento de San Juan de Flavionavia en 785.

Mauregato
                Lo más destacable del reinado de Mauregato tal vez sea la encarnecida discusión religiosa entre Toledo y Asturias. Cuando años atrás Félix de Urgel escribió “Confesión de Fe”, promulgando el adopcionismo de Jesús y, por consiguiente, desacreditando la validez de la Trinidad [Padre, Hijo y Espíritu Santo como un solo ente], Beato de Liébana le respondió con sus “Comentarios al Apocalipsis” (776), en donde defendía precisamente el punto de vista opuesto. Coincidiendo con el encierro de Adosinda, llegar al reino astur el abad Fidel para reunirse con Beato y poner punto final a la discusión; pero el efecto resultó ser el contrario, incluso desde la sede toledana Elipando arremete contra Beato y sus partidarios, entre los que se cuenta, según ya se ha dicho, Carlomagno. Sin hallar una solución que satisficiera a ambos bandos, las iglesias toledana y asturiana se separan de forma definitiva. Además de dejar para la posteridad una reliquia como libro, además de plasmar en él las ideas que, a la postre, se impondrían en toda la península, Beato sentó también las bases para un futuro foco de encuentro no sólo europeo, sino también mundial: en su opinión la primera evangelización del territorio peninsular había sido llevada a cabo por el apóstol Santiago el Mayor, cuyo sepulcro debería de hallarse en algún punto del occidente norteño.
Portada de "Los Comentarios al Apocalipsis"

                En fin, en 788 coincide el óbito de dos reyes: de un lado Abd al-Rahman I, cuya sucesión, como ya se ha mencionado anteriormente, recayó en su hijo Hixem I, y de otro lado Mauregato. Como ya nos tiene acostumbrados, la nobleza insiste en sus disensiones, sus maquinaciones y su peculiar forma de entender la línea sucesoria al trono. Adosinda, ayudada esta vez por el noble Teudano o simplemente Teuda, aboga en favor de su sobrino Alfonso, el hijo de Fruela I, que permanece a salvo en Álava. Es muy posible que la ausencia de este Alfonso provocase otra derrota, pues sus detractores consiguen que sea nombrado rey a un tal Vermudo o Bermudo, hermano de Aurelio e hijo, por consiguiente, del hermano de Alfonso I, Fruela [no debemos confundir a los dos Fruela ampliamente citados: éste último mencionado era hermano de Alfonso I, mientras que el otro Fruela era hijo del mismo Alfonso I y cuarto rey de la Monarquía Asturiana]. Vermudo profesaba una diaconía en un monasterio cuando se le llamó a ocupar el solio praviano; no obstante, desde el primer momento el nuevo rey considera con cierto tino que, para calmar los ánimos de unos y atemperar los de otros, es necesario llamar a su lado al otro pretendiente a la corona, el joven Alfonso, evitando, de este modo, las rencillas de su prima Adosinda y de Teudano.
Vermudo o Bermudo


                En su breve reinado, apenas tres años, fue obligado a tomar por esposa a Numilia para dar un vástago a la sucesión, según correspondía a un monarca. A pesar de tan buen comienzo, la verdad es que el pobre Vermudo no fue más que una marioneta en manos de la nobleza, de ahí el desastroso y polémico gobierno que acabará con las ambiciones palaciegas de quienes lo elevaron a la categoría de soberano. La gota que colmó el vaso fue la doble expedición que el emir Hixem I envió contra los territorios asturianos: una hacia Álava y la naciente Gallaecia (Galicia), y otra hacia las costas galaicas. El ejército de Vermudo salió al encuentro de las tropas musulmanas y el enfrentamiento tuvo lugar en el Bierzo leonés en 791. Las huestes cristianas hubieron de padecer una derrota completa, que puso en peligro la estabilización del reino. La reacción de la aristocracia fue fulminante: el cese inmediato del rey. Éste, para evitar nuevas luchas internas, inclusive laguna conjura que acabara con su vida, determina abdicar en Alfonso, se separa de su esposa Numilia [que habrá de criar sola a sus hijos Ramiro y Ordoño] y vuelve como diácono al monasterio de donde lo habían arrancado. Comienza, así, el reinado más fructífero para el reino astur, sólo superado por las campañas bélicas llevadas a cabo por un nieto de Vermudo el Diácono.
recreación de la reina Adosinda

sábado, 8 de junio de 2013

REINO DE ASTURIAS: Un período de descanso

Alfonso I el Católico dejaba a su hijo Fruela una difícil situación política. Además de la oposición que ya existía en años anteriores, surge ahora una disputa por hacerse con los derechos sucesorios, en relación directa con los dos linajes: el de Pelayo, de tipo matrilíneo, y el del duque de Cantabria, de tipo patrilíneo. A esto se suman los gallegos y vascones, que ya desde un primer momento no ven con buenos ojos una dependencia de la corte asturiana, así que se hallan soliviantados contra el nuevo rey. Para solucionar el problema, Fruela I ratifica con Abd al-Raham I el pacto firmado por su padre y se vuelca en sofocar los dos puntos de rebelión. En Pontuvio, pues, se enfrentan las huestes de Fruela y un ejército formado por gallegos y musulmanes; el rey astur se hace con el triunfo y sin más demora se dirigie hacia el extremo oriental para enfrentarse a los vascones. Sin embargo, éstos, viendo el resultado de Pontuvio, se inclinan por unas negociaciones que puedan salirles más ventajosas. Fruela, que estaba ansioso por gobernar un reino en paz, decide casarse con la noble alavesa Munia, despachando con un solo gesto la unión con los vascones.
Fruela I

                Durante los once años en que estuvo al frente de la corona, salvo estos comienzos y alguna escaramuza más, la paz le permitió dedicarse a tareas “intramuros”. De nuevo fueron los asuntos religiosos en los que se vio más inmiscuido. Aparte de favorecer con donaciones o exenciones al clero, que continuaba su tarea de amasar tierras y riquezas, erige un templo en Oveto u Ovectao (Oviedo) y allí mismo funda en 761 un monasterio dedicado a San Vicente, al parecer sobre un antiguo asentamiento de época romana. Puso al frente del edificio a Máximo y a Fromestano, a quienes siguieron sus propios siervos. El poder del rey sobre asuntos cristianos llega al punto de prohibir a los sacerdotes unirse en matrimonio con mujer alguna, algo que hasta entonces sí estaba permitido.
El rey Fruela I

                Con un decenio sin acciones bélicas de importancia y con una economía en alza, no paran de llegar emigrantes, y no sólo mozárabes, sino también musulmanes y muladíes [antiguos cristianos convertidos al islamismo]. Asturias se convierte entonces en un lugar heterogéneo, de mezcolanza indígena con tradición visigoda y forasteros con cultura musulmana. Por todo ello aparece una ligera tensión social dentro del campesinado y de la nobleza misma, una parte recelosa de sus privilegios y bienes ganados en años de lucha e intrigas, ansiosa la otra por integrarse en la nueva sociedad y hacerse un hueco en la corriente política y económica. Pero la tranquilidad se vio alterada por una aceifa por parte del emirato. En 766 ó 767 una expedición bajo las órdenes del general Abd al-Rahman, homónimo del emir, se dirige hacia Álava. Fruela sale a su encuentro y lo derrota. A pesar de la victoria, una facción se le opone, probablemente instigada desde Galicia y Vasconia. Cabe la posibilidad de que esta facción apoyase a un tal Vimara, según algunos hermano del rey, que pretendía hacerse con el trono por el medio expedito del homicidio; pero Fruela se adelanta a tales intenciones y ordena su ajusticiamiento, incluso hay quien opina que fue el propio Fruela quien ejecutó la sentencia. No parecía que el partido que se oponía al rey se hubiera calmado con la muerte de Vimara, pues Fruela es asesinado en la capital del reino, Cangas de Onís, en 768, curiosamente el mismo año en que nacía en Oveto su hijo Alfonso, dejando viuda a Munia y huérfanos a sus hijos, pues además de Alfonso dice la tradición que Fruela había tenido una hija de nombre Jimena. Hay autores que también mencionan a otro hermano de Fruela, además de Vimara, y que llevaría por nombre Aurelio y que era apodado “el fratricida”, alias debido a que se le consideraría el instigador de la muerte del rey; la mayoría de autores, empero, mencionan a Aurelio como primo y no como hermano, siendo, en este caso, hijo de otro Fruela, el hermano de Alfonso I. Sea como fuere, el caso es que a la muerte del monarca y ante la evidente minoría de edad de su hijo Alfonso, este Aurelio es proclamado rey de Asturias.
El rey Aurelio

                Así pues, tenemos a Aurelio sentado en el solio de Cangas de Onís. Pocos acontecimientos acaecieron durante ese tiempo, si acaso la boda de Adosinda, hija de Alfonso I y prima de Aurelio, con Silo, un noble de linaje asturiano. Al igual que su predecesor en el trono, Aurelio gozó de paz con los musulmanes, pues éstos estaban ocupados en sofocar un nuevo levantamiento en la zona levantina. El hecho más destacado durante los seis años en que Aurelio estuvo en el poder fue otro levantamiento, esta vez en el mismo territorio asturiano. Se trata más de disturbios sociales que de una rebelión propiamente dicha, aunque las proporciones puedan llevar a pensar en una verdadera insurrección armada. Existen varias hipótesis sobre este asunto: para Sánchez Albornoz estaríamos ante una sedición de esclavos, para Mínguez serían libertos, y para Barbero y Vigil campesinos. Incluso hay quien opina que estuvo implicada la sociedad en general, pues se consideraría a Aurelio no sólo implicado en la muerte de su antecesor, sino  como el primer rey no asturiano, en cuyo caso no estaríamos hablando de lazos de consanguineidad: no sería ni hermano ni primo de Fruela.

                En fin, si toda la Monarquía Asturriana se halla envuelta en una espesa niebla, la figura de este rey apenas si se vislumbra en lontananza; y aun más si tenemos en cuenta que de él parte una de las leyendas más controvertidas, pues incluso hay quien la tomó en serio y al pie de la letra: la leyenda de las cien doncellas. Según esto, Aurelio tendría un pacto con el emirato cordobés, según el cual estaba obligado a enviar cien mujeres al ejército musulmán. Algo de cierto habría en ello, pues las continuas guerras mantenían a los soldados lejos de sus familias y es de suponer que el contacto con mujeres, principalmente hetairas, mantendría sus espíritus animosos. De todas formas, tal vez se trate de nuevos tributos que pagar el emir, sin más.

El noble Silo convertido en rey de Asturias
                En 774 el alma de Aurelio abandona este mundo y le sucede aquel aristócrata asturiano, Silo, casado con una descendiente de Pelayo: Tras el final de Aurelio le sucedió Silo en el reino, por la razón de que había obtenido en matrimonio a Adosinda, hija del príncipe Alfonso (A Sebastíán, 18). Lo mismo que sucediera con Fruela I, Silo tuvo que enfrentarse a una rebelión gallega nada más ser nombrado nuevo monarca. Y lo mismo que Fruela I, también Silo venció al ejército gallego, esta vez en la batalla de Monte Cupeiro, en la comarca de Castroverde, Lugo. Una vez afianzado su poder y convencido de que el reino astur estaba más o menos seguro ante las posibles incursiones musulmanas, empezó por trasladar la capital del reino al valle de Santianes en Flavionavia (Pravia), a donde incluso acudió Beato desde su Liébana; claro que Beato aún no había entrado en la controversia que se suscitaría años después. De momento, comenzaba a entreverse un serio problema eclesiástico: según la tradición visigoda de Toledo, Jesús de Nazaret era hijo adoptado de Dios, pues Dios no pudo haber dejado encinta a María, siquiera a través del Espíritu Santo; la iglesia asturiana, por el contrario, opinaba que Jesús era hijo legítimo y no adoptado, sentido éste en el que opinaba otra iglesia, la carolingia, cuya opinión iba imponiéndose en toda Europa gracias al expansionismo territorial [Carlomagno estaba fraguando su imperio, incluso traspasaba los Pirineos y en 778 ya se encuentra a las puertas de Caesaraugusta (Zaragoza)]. Aparte de esta controversia religiosa, de Silo nos ha llegado el documento más antiguo de la Monarquía Asturiana, en donde se alude al pacto monástico de San Vicente en 781. Ese mismo año Abd al-Rahman I vence al emir Yusuf al-Fihri y termina con las disidencias internas de su reino, lo que le da la oportunidad de enviar una expedición contra los cristianos de Pompaelo (Pamplona). Silo sale a su encuentro y los obliga a retroceder.

Desembarazado de sus enemigos, Abd al-Rahman, a quien llaman el Justo, decide elevar la capital hispana a la categoría de la oriental Bagdad, que había sustituido como Corte a la vieja Damasco. Con tal fin da las órdenes pertinentes para que den comienzo las obras de una gran mezquita. El emir, sin embargo, morirá sin verla terminada, lo cual hará su hijo y sucesor Hixem I, y más tarde será ampliada por Adb al-Rahman II, y luego por al-Hakam II y en última instancia por Almanzor.
La tumba donde se supone reposan los restos de Silo y su esposa Adosinda 


Volviendo atrás, precisamente al año 783, asistimos a la muerte de Silo, dejando tras de sí otra lucha por el poder, ya que abandonaba este mundo sin haberle dado algún hijo legítimo.

domingo, 2 de junio de 2013

REINO DE ASTURIAS: El rey que llegó de Cantabria

                Cuando en 739 Froiliuba enviuda, su sobrino es nombrado sucesor de Favila gracias al matrimonio con Ermesinda, hija de Pelayo y hermana del rey muerto. Tenía cuarenta y seis años cuando se hace con las riendeas del nuevo reino y posiblemente ya hubieran nacido sus hijos Fruela y Adosinda [nietos, por tanto, de Pelayo y Pedro, duque de Cantabria]. Quizás habría que darle a Alfonso I, llamado El Católico, el “honor” de haber sido él quien haya comenzado la guerra abierta entre musulmanes y cristianos; y digo musulmanes y cristianos, porque la Reconquista en realidad fue una lucha escudada en la religión, pues los reinos cristianos del norte irán empujando a los reinos musulmanes del sur hacia el mediodía, hasta que se produce el triste episodio de la rendición de la ciudad granadina. Por otro lado, la Reconquista no es más que una larga guerra civil [la más larga en la historia de la Humanidad: casi ocho siglos guerreando], porque a lo largo de tan extenso período eran españoles entre sí quienes acudían al campo de batalla [no olvidemos tampoco que Corduba fue un emirato independiente de Damasco]. Los musulmanes eran hombres y mujeres nacidos en la Península y que después de tantas generaciones se sentían tan hispanos como se sentían los cristianos. En realidad, los únicos que atizaban el fuego eran los estamentos políticos y religiosos, los fanáticos y los ambiciosos, todos ellos dispuestos a obtener las mejores ganancias con el oficio bélico [no podemos arrojar al olvido o a la indiferencia el hecho de que el héroe cristiano por excelencia, Rodrigo Díaz de Vivar, El Cid, era un mercenario que tan pronto luchaba al lado de un rey cristiano como lo hacía al lado de uno musulmán]. Por supuesto, no podemos culpar de todo este sinsentido al Rey Católico, pues él únicamente luchaba por lo mismo que todos en aquella época: por ampliar los límites de sus propiedades, en este caso el reino astur, con la intención de recuperar un pasado que poco a poco se extinguía, aunque no fue hasta la llegada de Alfonso III el Magno en que se implantó la idea de Reconquista.
El rey Favila

                El caso es que al año siguiente de llegar al trono Alfonso I, los bereberes del Mogreb, encabezados por Maysara, se levantan contra el emir cordobés ibn-Qatan. Se inician así una serie de luchas intestinas que conducirán al emirato hasta casi su destrucción. Enzarzados en estas lides, los ejércitos musulmanes descuidaron la frontera norte con el reino incipiente de Alfonso I, que, por otro lado, nunca habían considerado como tal, sino como unos levantiscos insubordinados que se habían pertrechado en una zona montañosa lejos de sus intereses. La primera consecuencia fue la de que las tropas del emir abandonaron estos puntos fronterizos, los mismos que los visigodos habían levantado para sujetar a los rebeldes cántabros. Así pues, Alfonso se pone al frente de un ejército, en el que también milita su hermano Fruela. Entre los dos aprovechan la ausencia militar musulmana e inician una campaña con diversas incursiones en territorio enemigo. Entre tanto, los motines bereberes se extienden por la península y el conflicto se convierte en una guerra civil. Gracias a esta circunstancia, Alfonso llega hasta ciudades muy alejadas de Primorias [zona ocupada por Pelayo, Favila y los primeros años de Alfonso I: la que rodea a Cangas de Onís y se alarga por el valle del río Saelia, la comarca vadiniense].  La larga lista de estas ciudades sería la siguiente: Lucus Augusti (Lugo), Tuy, Portucale (O Porto), Bracara Augusti  (Braga), Aquae Flavia (Chaves), Viseo, Asturica (Astorga), Legio (León), Simancas, Ledesma, Águeda, Helmantica (Salamanca), Ávila, Segovia, Saldaña, Nabe, Amaya, Oca, Sepúlveda, Clunia, Arganza, Uxama (Osma), Arce (Miranda del Ebro), Revenga, Carbonera, Cenicero y Alesanco. Como es lógico pensar, de todos estos lugares en ninguno dejó siquiera una guarnición, dado que se trataba únicamente de ataques esporádicos para debilitar las fuerzas del enemigo. Además, aprovechando la hambruna que hacia 750 sembró el centro y el norte peninsular de muerte y desesperación, con sus acosos agresivos arrasó por medio de incendios y otros diversos métodos una franja que hoy día es conocida como Tierra de Campos, la parte septentrional a lo largo del valle del río Duero. De este modo, colocaba entre las huestes musulmanas y su reino un obstáculo duro de rebasar, el desierto del valle del Duero.

El rey Alfonso I el Católico
                Consecuencia inmediata de estas campañas victoriosas fue la afluencia de mozárabes [cristianos que vivían en territorio dominado por el emirato cordobés], entre ellos nobles y clérigos, pero también campesinos arruinados por la guerra civil, el hambre y la sequía. Esto conlleva el repoblamiento de amplias zonas, con lo que se fortalecen las regiones próximas de Primorias: las costas gallegas, Cantabria, Vasconia, La Liébana, Sopuerta y Carranza (Vizcaya occidental), además del alto Ebro. Dentro de este ingente movimiento de migración se encuadra la construcción y restauración de numerosas basílicas, aunque no quede rastro de ellas, lo que dio la posibilidad de una cristianización más profunda y fuerte que irá aglutinando en su entorno a la nobleza y a la realeza; además, poco a poco irá acumulando una gran extensión de tierras, conseguidas con la presura o mediante donaciones, lo cual irá en menoscabo del minifundismo y del campesinado libre, que se ve impelido a arrendar la tierra de los señores. Incluida en esa labor ligada al estamento clerical se debe encuadra la construcción de una capilla y un monasterio, del que no queda nada, en las inmediaciones de la Cova Dominicae (Covadonga).

Estatua erigida en honor de Alfonso I
                En 754 el reino astur ya está consolidado. El Rey Católico se erige en punta de lanza del poder cristiano, pero su autoridad se tambalea dentro de los propios muros asturianos. Si bien hay quienes opinan que se casó en segundas nupcias, es casi seguro que haya vivido en concubinato con una esclava musulmana, cuyo nombre nos ha transmitido la tradición: Siselda, a la que hacen encerrada en un castillo del actual municipio de Caso. Sea como fuere, el rey, casado por segunda vez tras el fallecimiento de su esposa Ermesinda o en concubinato con una musulmana, tuvo un hijo bastardo, Mauregato, a quien sus súbditos mortificarán para aliviar sus propias frustraciones. Entre tanto, una facción política aviva el tema de este su tercer hijo y, así, la oposición se va preparando para atacar al poder real.


                De momento llega el año 756 y la guerra civil musulmana llega a su fin. El trono cordobés es ocupado por Abd al-Rahman I. En poco tiempo reunifica todo el emirato y fortalece su reino, lo que obliga a Alfonso I a pedir una paz, que sellará mediante un tributo periódico al emir. Tal fortalecimiento se hace posible gracias a una política un tanto independentista, pues, si bien guarda las formas, Corduba se convierte en un emirato con un débil vínculo con el califa; es el período conocido como “ficción califal”, que desembocará en la total independencia frente a Damasco, de forma paradójica justo cuando el reino astur llegue a su fin. Por todo esto, ya podemos hablar de dos reinos enfrentados claramente entre sí: el de Cangas de Onís y el de Córdoba. La nueva situación de tributarios molesta a la nobleza, sobre todo a la gallega y a la vascona, por cuyo motivo intentan debilitar la posición Alfonsina, ya maltratada por su relación con Siselda; pero esta nobleza no tendrá tiempo de pedir explicaciones a su rey, pues muere en 757 sucediéndole su hijo Fruela.
Puente medieval sobre el río Sella en Cangas de Onías